La espera terminó, ha iniciado la presidencia de Donald Trump y con ello el mayor reto para la administración pública y el sistema productivo mexicanos.

Las debilidades de una economía que depende de Estados Unidos tendrán que hacerse a un lado para buscar negociar un nuevo acercamiento. Donald Trump colocó la revisión del TLCAN como su prioridad, ya es una directriz presidencial. En el extremo podría llegar a denunciar el tratado, es decir a salirse del mismo. Lo puede hacer y México debe prepararse ante dicho escenario.

Ambas naciones pierden ante una postura tan radical, sin embargo hay grandes diferencias. Para los norteamericanos el intercambio comercial con México se encuentra concentrado en 16 estados, aunque seis son el corazón de la relación, estos últimos concentran casi 70% de las exportaciones e importaciones que se realizan con nuestro país. El resto tiene poco peso.

Sólo en Texas, Michigan, Arizona y Luisiana las exportaciones que se envían a México representan más de 2% del PIB estatal. El más elevado es el primer caso con 5.8%. Para los demás la significancia es menor.

Para el caso de las importaciones, únicamente en el caso de Texas, Michigan, Arizona, Tennessee, Kentucky, Utah y Rhode Island realizan compras a México que superan 2% del PIB estatal. El monto agregado de los últimos tres es de sólo 10.6 mil millones de dólares, aproximadamente la octava parte del peso que Texas tiene por sí solo.

Desde el punto de vista norteamericano el desequilibrio se encuentra en Michigan, estado que importa productos de México por un valor que supera 9.4% de su PIB. El déficit de Michigan con nuestro país fue de 7% como proporción de su PIB, el más elevado para cualquier estado de la Unión Americana con México. La causa fundamental: el sector automotriz.

En términos generales Texas, California, Arizona, Luisiana o Nueva York, por citar algunos ejemplos, no existe problema en su relación comercial con México, por el contrario es una buena oportunidad de negocios.

Los texanos compran petróleo mexicano que luego nos venden más caro en forma de gasolinas.

El problema radica en la parte de las manufacturas. Ahí es en donde México deberá ser muy cuidadoso.

Lo primero a poner en claro es que nuestro país no representa una competencia para las empresas norteamericanas, en realidad es un complemento a su sistema productivo.

El gran ganador en los tres países que conforman el área del TLCAN fue China, la pérdida de empleo se dio respecto a la irrupción del país asiático en el mercado global de las manufacturas, una situación que Estados Unidos favoreció en la década de los años 80 y 90 del siglo pasado y que se le salió de control.

Evidentemente que presionar a México es más fácil para Estados Unidos que hacerlo con China, nación que posee casi 30% de la deuda norteamericana en poder de extranjeros.

Ante ello México deberá tener una postura firma y propositiva, si el acercamiento comercial con Estados Unidos no satisface a ambas naciones tendrá que elaborarse un nuevo acuerdo. Sin embargo es evidente que los paradigmas de apertura comercial han quedado rebasados por la realidad.

El mercado laboral en los dos países fue afectado por una apertura que no ha llevado los beneficios a todas las empresas y con ello a todos los trabajadores y sus familias.

Independientemente de que México deberá aprender esta lección de la historia y reconstruir una nueva base productiva para su mercado interno, también tendrá que generar una propuesta de aproximación hacia Estados Unidos que involucre beneficios a toda la región de América del Norte, una que involucre la construcción de nuevos pilares de productividad que puedan garantizar una Sustitución Competitiva de Importaciones Regional.

En otras palabras, impulsar la compra de lo Hecho en América del Norte en sustitución de otras regiones del mundo que no respetan las reglas del libre comercio.

Director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico

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