Sin duda, la política sobre drogas anunciada por Enrique Peña Nieto, recientemente, representa el cruce de un umbral cualitativo, un cambio de modelo, del rígido prohibicionismo punitivo a uno en que se enfoca el problema como de salud pública, reconociendo el fracaso e irracionalidad del esquema prohibicionista. Paradójicamente, aunque pareciera un movimiento hacia el futuro, en realidad lo es al pasado, pero un pasado más racional y adecuado que abandonamos en 1939, cuando Estados Unidos nos obligó a adoptar el prohibicionismo. Justo antes de esa fecha, México había mantenido una aproximación a la marihuana como asunto de salud pública. Ahora se retoma, al menos parcial e inicialmente, lo que nunca debió abandonarse (fue Lázaro Cárdenas, tan autónomo en materia petrolera, quien se doblegó en el tema de las drogas frente a Estados Unidos).

Los gobiernos priístas decidieron administrar el problema para mantener bajos costos al ciudadano (como también hace Estados Unidos). Pero la alternancia presidencial en 2000 afectó fuertemente el entramado mediante el cual aquella estrategia funcionaba. Además, vino la decisión de Vicente Fox de declarar una “guerra sin cuartel” a los cárteles de la droga, que elevó la violencia. Y después, Felipe Calderón metió el acelerador a ese esquema, por lo que la violencia se disparó exponencialmente (los datos no mienten). La decisión de Calderón de vestir un uniforme militar de talla más grande, simbolizó muy bien dos cosas; A) su determinación de conseguir mediante esa estrategia la legitimidad que no obtuvo en las urnas, y B) el hecho de que le quedó grande la estrategia elegida (igual que el uniforme). Los especialistas del tema insistieron en que, si bien Calderón podía obtener gran popularidad en los primeros años, las cosas se le saldrían de control (pues era pegarle al avispero) y su estrategia se le revertiría políticamente. Así ocurrió. Con Peña las cosas no cambiaron gran cosa, pues siendo ése un punto muy vulnerable del gobierno de Calderón, el candidato priísta prácticamente no habló del tema durante su campaña (sino que se centró en las reformas estructurales a la Constitución). Eso sugiere que Peña no sabía bien a bien qué hacer en materia de narcotráfico. Y de ahí que la violencia e inseguridad hayan continuado en patrones similares a los de Calderón. Pero la despenalización gradual en Estados Unidos, el fallo de la Suprema Corte amparando el derecho al uso recreativo de marihuana, y el cada vez más evidente fracaso del esquema punitivo generaron presiones en favor de un golpe de timón. Eso, pese a persistir Peña en su oposición personal, lo que habla al menos de su mayor flexibilidad y capacidad de respuesta en contraste con Calderón (pues jamás reconocería haberse equivocado en su estrategia, y seguramente hoy la sigue defendiendo, pese a su evidente fracaso e irracionalidad).

Con todo, los cambios anunciados quedan cortos en la congruencia que exige un enfoque de salud pública, pues eventualmente se tendría que despenalizar también la producción, distribución y venta de marihuana, y aceptar el derecho de las personas a decidir lo que se ingiere, bajo el enfoque de derechos individuales en que se basó la Suprema Corte al conceder un amparo para el consumo recreativo. Se podría pensar, por ejemplo, que la iniciativa de Peña nos va a equiparar con California, que despenalizó la marihuana para fines curativos, pero aún no recreativos (aunque seguramente lo hará pronto). Pero no; allá el uso curativo incluye la posibilidad de fumar la yerba por insomnio, inapetencia, migraña u otras dolencias menores. La producción y venta están despenalizadas y se exige, para su compra, contar con un permiso otorgado por un médico, válido por varios meses. Eso es lo congruente con un enfoque de salud pública. Y el enfoque de derecho a decidir sin la injerencia del Estado paternalista va más allá. Ésos tendrían que ser los siguientes pasos en este nuevo paradigma al que se alude, aunque dado el conservadurismo mexicano (del gobierno y la sociedad), podría tomar mucho tiempo aún.

Profesor del CIDE

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