Populismos a la carta. Lo único que sobrevive del discurso totalitario del franquismo está en los ‘podemitas’, soltó de pronto un líder histórico del socialismo español, a quien no le solicité autorización de citarlo por su nombre. Departíamos en un encuentro refrescante, plural en la residencia de la embajadora de México en Madrid, Roberta Lajous, para conmemorar los 40 años del establecimiento de relaciones con México. Con la presencia de su emérita majestad Juan Carlos y de otros protagonistas del restablecimiento de la democracia en España, la conversación fluyó, primero, por las rutas de la sutura de los lazos diplomáticos con nuestro país, a partir del testimonio emocionado del canciller Marcelino Oreja, del gobierno centro derechista de Adolfo Suárez, el primer presidente democrático que siguió a la muerte de Franco.

Ante mi interrogación sobre los ‘podemitas’, una académica española me informó que el viejo líder socialista se refería a las cabezas del populista partido Podemos (supuestamente de izquierda) y a su discurso intolerante —anti dialogante— que ignora o menosprecia los cambios de estas cuatro décadas de monarquía constitucional parlamentaria. La conversación derivó obligadamente a Trump y a su propio discurso populista, asimismo intolerante (también anti establishment, pero desde la derecha) con sus desplantes dictatoriales contra el Congreso y los partidos —incluyendo el que lo llevó a la Casa Blanca—, así como con sus intentos de desmantelar lo que queda del Estado de Bienestar estadounidense.

Especial preocupación expresamos todos ante los aprestos trumpianos de destruir el tejido de compromisos internacionales de su país, con su correspondiente efecto en la desestabilización mundial y regional en materia de comercio y de flujos de capital, así como de seguridad en Europa y otros puntos del planeta.

El remedio de las urnas. Una ráfaga de tranquilidad cortó el clima dominante de incertidumbre por el auge de los populismos a partir del Brexit del Reino Unido y de Trump en EU. La provocó la reciente respuesta anti populista de las urnas en Holanda, el estancamiento de la intención de voto pro Le Pen en las elecciones francesas de mayo y el afianzamiento de Merkel —la indiscutible líder del europeísmo anti xenófobo— en las urnas del próximo otoño en Alemania.

Pero menos clara se advirtió la perspectiva electoral mexicana de 2018, ya en las despedidas, especialmente en voz de uno de los capitanes empresariales presentes que llamaba la atención sobre algún dicho de estos días de López Obrador. El hombre de negocios contaba que, en respuesta a la inquietud del secretario Aurelio Nuño sobre el peligro que correría el nuevo modelo educativo en una eventual presidencia del jefe de Morena, éste habría anunciado que iría no sólo contra la educativa, sino contra las demás reformas.

Según este relato, el tono de AMLO agregaba desprecio a discutir con quienes, como Nuño, se atreven a cuestionarlo. ¿Anti dialogante a la manera de los ‘podemistas’? preguntó un comensal español, ante lo cual alguien más parafraseó al líder socialista del principio de estas líneas, con la puntada de que lo que sobrevive del más autoritario discurso priísta de hace décadas está en los ‘morenistas’.

El remedio de los contrapesos. Antes había soplado sobre la mesa otra brisa de sosiego cuando varios de los presentes hablaron con entusiasmo de la eficacia de los frenos y contrapesos del sistema político de Estados Unidos, que propició la pervivencia del Obamacare. E incluso se habló de que Trump y su yerno están contra las cuerdas en el Congreso con el tema de la mano de Putin en la elección presidencial. Pero el escepticismo volvió a cundir ante la probabilidad seria de que Trump termine imponiéndose al entramado del proverbial sistema de contrapesos estadounidense, como antes se montó en el sistema electoral, lo cual haría más ominosas las perspectivas ante un fenómeno así en una democracia más joven e imperfecta, como la mexicana.

Director general del Fondo de Cultura Económica

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