Centenaria. Si los oficiantes estelares de la ‘opinocracia’ mexicana se propusieran hacer corresponder el ensanchamiento de las libertades informativas y de opinión de las últimas décadas, con un estándar general aceptable de rigor y consistencia en su misión de elevar la calidad de la conversación pública, este centenario de la Constitución podría dar el marco para promover un debate informado sobre el presente y el futuro de la nación.

Al parecer, el típico ‘columnismo’ nacional pasó de complacer al poder público en el pasado, a la complacencia de hoy con los segmentos más atrasados de la población, los que constituirían nuestro electorado de corte trumpiano. Y a pesar de lo que se ve al norte, estos grupos —abundantes en las redes— todavía encuentran mérito e incluso arrojo en el bullying antipresidencial o antisistema, contra las instituciones públicas y quienes las encabezan. Quizás no alcanzaron a leer a Monsiváis y su dictum de que pasó el tiempo en que se necesitaba valor para criticar al presidente y llegó la era en que se necesita valor para defenderlo. Pero más que todo lo que parecería faltar es una visión de perspectiva para recordar de dónde venimos y dónde estamos, respecto de nuestro pasado reciente y en comparación con lo que ocurre en el mundo.

Por generaciones —y este año del centenario no fue la excepción— nuestros medios se han limitado a contabilizar los cambios y a repetir alrededor del 5 de febrero un mantra quejumbroso por los centenares de reformas ‘sufridas’ por la Carta de 1917. Y hasta su muerte ya en este siglo, el maestro Burgoa, que el año próximo llegaría a su propio centenario, era entrevistado en estas fechas para que repitiera su ‘audaz’ y engolado gracejo anual de que la Constitución parecía un ‘arlequín’, por la cantidad de parches de su vestimenta. Por supuesto, no faltaba la comparación (entre deslumbrada y envidiosa) con la más que bicentenaria Ley Suprema de Estados Unidos de 1787, tan ejemplar y eficaz hasta antes de las severas pruebas a que está siendo sometida por los tuitazos de Trump.

Presidencialismo pactista. Por décadas, además, se atribuyeron las cosechas sexenales de reformas al capricho de presidentes sin frenos ni contrapesos a resultas de la docilidad de los poderes Legislativo y Judicial. Pero ese discurso ha permanecido más o menos invariable en nuestros medios no obstante que desde las reformas de la década de los noventas los cambios constitucionales han exigido acuerdos con una o más fuerzas políticas de las que integran desde entonces un Poder Legislativo sin mayorías calificadas ni absolutas. Todavía más: el Pacto por México que propició las reformas más recientes abrió el camino a un presidencialismo ‘pactista’ en vías de evolución a una cultura de la coalición.

De hecho hoy asistimos a una transposición de los términos comparativos entre un presidencialismo desbocado en Estados Unidos —con mayorías sin contrapesos en el Poder Legislativo, renuente además a aceptar los frenos constitucionales del Poder Judicial— y un Ejecutivo acotado en México, que se ha ido despojando de la concentración de facultades constitucionales, precisamente a través de sucesivas reformas modernizadoras a nuestra Carta Magna en los últimos 25 años.

Trump ¿metaconstitucional? De la misma manera habría que contrastar hoy el desvanecimiento de los poderes metaconstitucionales del Ejecutivo mexicano (como los llamó Jorge Carpizo en los setentas del siglo pasado), con la furiosa ráfaga de órdenes ejecutivas de constitucionalidad cada vez más cuestionada de los primeros 20 días del nuevo presidente estadounidense. O la facultad estrictamente ‘metaconstitucional’ de que echó mano Trump desde que era presidente electo para disponer el destino de las inversiones de las empresas de su país, un poder que hubieran envidiado los presidentes mexicanos que se limitaron a arremeter verbalmente contra los ‘riquillos saca dólares’, sin la menor capacidad para evitar las salidas de capital del país.

Director general del Fondo de Cultura Económica

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses