La narrativa anti-establishment de campañas y medios es una de las más engañosas propuestas del discurso político de hoy, escribió el año pasado Michael Serazio, un alivianado profesor de treinta y pocos años de las universidades jesuitas de Fairfield, en Connecticut, y el Boston College. Ahora presentó en la International Communication Association (ICA) un nuevo trabajo: El estilo paranoide en la comunicación política americana, en referencia a lo que en el subtítulo llama “el discurso ‘anti-establishment’ y el giro actual (del discurso) del Partido Republicano”.

Se trata del mismo estilo que ayer trajo a México una jubilosa nota de Reforma informando que, de Nueva York a Madrid, el proceso electoral de Nuevo León ha captado la atención de la prensa internacional. Entre otras, recoge la cita del Washington Post de que el “candidato independiente se monta en el odio hacia los políticos en México”, y la del NY Times de que “el mundo político está ansioso por ver si (El Bronco) altera el orden establecido, no sólo en su estado, sino también en una nación cada vez más frustrada y desgastada por el statu quo”.

Pero ya estaban aquí las versiones tropicales de ese discurso antisistema en gran parte de la prensa, la intelectualidad y el empresariado de la derecha supuestamente moderna. También, con la idealización del candidato independiente neolonés a gobernador, en paralelo a la campaña de demolición del gobernador en funciones, a la condena generalizada al sistema de partidos y a la sistemática tarea de erosión a la credibilidad de las autoridades electorales.

Fenómeno global. En el caso mexicano, habría que incluir al otro extremo del estilo paranoide de la comunicación política, con los mensajes que en el mismo sentido provienen de voces que se suponen de izquierda, a los que se agregan los llamados a suspender las elecciones o a no votar o a anular el voto. Un engaño más del discurso antisistema mexicano está en la extensión falaz que se sugiere del significado de la figura de candidato independiente (de los partidos) a la supuesta independencia de todo interés. Y es que no hay candidaturas exitosas en las sociedades democráticas de mercado, que no dependan de intereses identificados.

Y engañosa, también, es la promesa —jurídicamente incumplible— del carismático ex priísta Jaime Rodríguez, El Bronco, y del respetable ex panista Fernando Elizondo, en el sentido de que, de ganar el primero, compartiría el poder del estado con el segundo.

Pero el fenómeno de las paranoias del discurso político y del entusiasmo de los medios por los mensajes antisistema es global, como lo muestran otros trabajos presentados en el panel ‘Populismo, votantes y medios’ de la 65 Conferencia Anual de ICA, que concluyó anteayer en San Juan de Puerto Rico. Aparte del mencionado trabajo de Serazio, se presentaron otras investigaciones de académicos rusos, alemanes, suizos, holandeses, cuyos títulos hablan por sí mismos: Los partidos de extrema derecha en la Unión Europea y el populismo de los medios, Los medios sociales como instrumento político: cómo los políticos de cuatro países usan Facebook y Twitter para propósitos populistas; El impacto de la cobertura de los medios en los partidos populistas de derecha.

¡Sorpresa! Una constante en los hallazgos de los estudios sobre los populismos de izquierda o de derecha y su relación con los medios, los tradicionales y los llamados medios sociales, radicaría en la forma en que éstos suelen beberse la retórica antisistema y devolverla (vomitarla, escribió Serazio el año pasado) a sus audiencias, lectores, ‘seguidores’ y ‘amigos’, con las más pueriles simplificaciones y con el efecto de ocultar viejas y nuevas formas de dominio, control y explotación. La clave está en que éstas aparezcan envueltas en el valor noticioso de lo sorpresivo, como podría ser el descubrimiento de una derecha rebelde, de un priísta disidente, de un empresario de izquierda o de un izquierdista pro mercado.

Director general del Fondo de Cultura Económica

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