Pese a que muchos temen un voto dividido entre tres en 2018, es probable que se terminen dos finalistas, y la tercera fuerza se desplome. Es lo que ha ocurrido hasta ahora desde 1994 en comicios presidenciales, y es probable que suceda otra vez el año próximo. Es también casi seguro que uno de los dos finalistas será Andrés Manuel López Obrador. Cabe por tanto la siguiente pregunta; ¿con qué partido le convendría más a AMLO competir en la final; PAN o PRI? Habrá quien piense que eso no es relevante, pero todo indica que a AMLO le conviene enfrentar al PAN. ¿Por qué? A partir de los datos oficiales, cuando el PAN cae al tercer lugar (como en 2012), no transfiere votos útiles a López Obrador (y sólo aportó a Peña 6% del voto útil total). Y el Panal generó un nutrido voto útil (33%), 90% del cual favoreció a AMLO. En cambio, cuando el PRI estuvo en tercer lugar (como en 2006) aportó una gran cantidad de voto útil (53%), y el Panal otro 33%. De ese voto útil combinado, el 65% fue a dar a López Obrador mientras que sólo 28% benefició al PAN. Ese año el voto útil representó 10% de la votación total (frente al 4% en 2000, y 5% en 2012). Es decir, cuando su candidato no figura, los priístas tienden a votar útil en mayor medida que panistas y perredistas en iguales circunstancias. Y los priístas votaron útil mucho más por el PRD que por el PAN. En cambio, cuando el PAN cae en tercer sitio (2012) el reducido voto útil que aporta se fue con el PRI (quizá hubiera sido distinto si Marcelo Ebrard hubiese abanderado al PRD —como lo sugerían encuestas de 2011—, pero no con AMLO).

Para fortuna de López Obrador, todo indica que el PRI será el que en 2018 se irá al tercer sitio (ya está ahí) por lo que muchos de sus simpatizantes votarán útil, mayoritariamente a favor de López Obrador. Eso se puede explicar porque, pese a la tesis obradorista del PRIAN, los priístas nacionalistas-revolucionarios (al parecer, son mayoría) se identifican más con la izquierda que con el PAN (ese fue el origen del PRD). Si los priístas deben elegir entre la izquierda (antes el PRD, hoy Morena) o el PAN, tienden a irse o votar por aquélla. De hecho, eso está ocurriendo desde ya. Con cada vez más frecuencia, oímos de personajes o agrupaciones priístas que arrean las banderas de su partido e izan las de Morena. Son ya parte de la cargada a favor de AMLO (que complementan la que proviene del PRD). Además, una encuesta de Los Pinos que está circulando en estos días, refleja que el PRI, como partido, contaba en 2015 con 25% de la intención del voto, mientras que hoy ese porcentaje cayó al 15% (EL UNIVERSAL, 23/III/17). En contraste, la intención por Morena era hace dos años de 8%, y hoy ronda 18%. ¿De dónde ha provenido ese incremento de voto para Morena, se preguntan los encuestadores? Mayoritariamente de simpatizantes priístas (pues el PAN se mantuvo estable), aunque también del PRD pero en mucho menor medida. El mayor partido, donador de gran cantidad de votos útiles cuando su candidato no es competitivo, tiende a hacerlo por la izquierda (en particular, por AMLO). Esa ventaja potencial que puede ser favorable a López Obrador, no ocurriría si el otro puntero fuese PRI, y el PAN se desplomara al tercer sitio (como en 2012). Pero justo este último escenario, improbable para el 2018, es el que puede prevalecer en el Estado de México. Las últimas encuestas sugieren que Josefina Vázquez va en lenta pero consistente caída, en tanto que el PRI se estaciona donde está. De continuar esta tendencia, lo más probable es una elección entre dos punteros, PRI y Morena. En tal caso, lo que puede esperarse es un voto útil panista reducido (la mayoría votará lealmente por su candidata, como en 2012) y seguramente a favor del PRI. Pocos o ningún voto útil panista por Morena. Cosa distinta ocurriría si el partido que cayera al tercer sitio fuera el PRI, que daría un gran empujón a Morena. Pero ese es un escenario menos probable.

Profesor del CIDE

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