El último día de 2016, año de la Revolución Trump, el presidente electo recibió a sus famosos invitados en Palm Beach, Florida, en el exclusivo Club Mar-a-Lago, que alguna vez fue pensado como retiro invernal para los presidentes de Estados Unidos, y que antes de ser adquirido por Trump discriminaba a negros y judíos. Era dominio de los “White Anglosaxon Protestants”: los supremacistas blancos, anglosajones y protestantes que decidieron tomar el poder el pasado 8 de noviembre.

Trump se disponía a celebrar su triunfo electoral con los magnates que aceptaron formar parte de su gabinete. Otro propósito era mostrar (como hubiese dicho Daniel Cosío Villegas) el nuevo “estilo de gobernar”. (Ya los periódicos se habían encargado de revelar con detalle las fortunas de los ilustres invitados).

Los magnates invitados, que junto con Trump y algo de hipérbole pudieran ser considerados “dueños” de Estados Unidos, celebraban algo más que el Año Nuevo, y un evento más trascendental que la victoria de Trump: la recuperación del control del país.

Habían perdido la confianza en políticos que resultaron deshonestos y malos administradores. Malos para todos, ricos y pobres, porque la economía estaba paralizada y cada vez más millones vivían de los vales alimentarios del gobierno federal. El nivel de desempleo había incrementado la inseguridad…

Casi todos los magnates que celebraban en Mar-a-Lago habían apoyado a los Clinton desde tiempos de Bill, y últimamente con importantes donaciones para la campaña de Hillary. Habían sufrido las consecuencias de las decisiones “políticamente correctas” de Barack Obama.

A los dueños jamás les importó el signo político. Financiaban por igual a demócratas y republicanos. Sólo pedían una economía estable para que prosperaran sus inversiones, y un crecimiento sostenido. Pero eso se acabó con Obama, que con su reciente actitud de Nobel de la Paz, atrajo a ISIS hasta el corazón mismo de sus comunidades. Muchos comenzaban a temer otro ataque como el del 11 de septiembre de 2001.

Obama se dio cuenta demasiado tarde que Abu Bakr al Baghdadi, fundador de ISIS, quería superar las hazañas de su maestro Osama Bin Laden. Y aún así Obama se rehusaba a mencionar la frase “terrorismo islámico”, porque no era “políticamente correcta”. Pretendía detener las consecuencias del “radicalismo islámico” (otra frase que rechazaba) a base de resoluciones inocuas de Naciones Unidas.

Los dueños del país tenían diez años de tolerar la corrupción y el mundo sin resultados de Obama. Eso se acabó, sentenció Trump: “voy a Washington a drenar el pantano”.

Los multimillonarios llegaron temprano a Mar-a-Lago en limusinas y helicópteros disponibles para llevarlos a la cena de Trump. Los caballeros, de rigurosa etiqueta, y las damas compitiendo en elegancia y belleza con Ivanka y Melania Trump. Eran invitados especiales de Donald Trump, próximo presidente de Estados Unidos…

Analista político.

@jorgecamil

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