En sus anunciados ataques contra Hillary Clinton, Donald Trump no se anduvo por las ramas. La llamó “facilitadora” de los deslices del marido: “alcahueta”. Aunque en esta ocasión Trump, generalmente hábil para los apodos ofensivos, se limitó a repetir uno lanzado contra Hillary hace muchos años por Gennifer Flowers, ex amante de Bill. Gennifer es una atractiva cantante sureña, que en un litigio contra Bill en los años 90 mostró grabaciones de su relación de casi 15 años con el ex presidente.

La cantante publicó un libro en el que relata su relación con Bill, pero sigue guardando rencor contra Hillary. Por eso, después de muchos años, ha vuelto a conceder entrevistas, en las que se burla de la candidata demócrata, haciendo énfasis en que se ostenta como “defensora de los derechos de la mujer”…

Trump guarda un arsenal de ataques contra Hillary, pero su favorito es el de Crooked Hillary (Hillary la chueca, que intenta describir a una mujer eternamente ubicada en la cómoda división entre el bien y el mal).

Lo cierto es que el proceso electoral en Estados Unidos ha entrado en su etapa final, con los candidatos que todos pronosticaban: Hillary, ¿por los demócratas?, y Donald Trump, ¿por los republicanos? (La de Trump está por verse, porque después de una larga reunión con la dirigencia del partido en Washington no fue reconocido como “candidato oficial”. Y para colmo de males, el jerarca republicano Mitt Romney, enemigo acérrimo de Trump, está entrevistando a posibles candidatos independientes).

Otra candidatura también en “entredicho” es la de Hillary, por la férrea oposición de Bernie Sanders, que se ha convertido en un dolor de cabeza. (Después que Sanders reveló las cifras que los financieros de Wall Street le pagan a Hillary por supuestas “conferencias magistrales” los partidarios de Sanders reciben a Hillary lanzándole billetes de un dólar...).

Leí en EL UNIVERSAL que Hillary ya tiene decidido hasta el puesto que le ofrecería a Bill para gobernar al alimón, olvidando que, como presidente, Bill fue desaforado en pleno ejercicio por la Cámara Baja. El tema que disparó el desafuero fue Mónica Lewinsky, la joven pasante que terminó como esclava sexual de Bill en la Casa Blanca. (Lewinsky y Bill sostenían sus encuentros inconfesables en la Oficina Oval, el sancta sanctorum de la democracia americana).

Nadie entiende por qué Hillary no se divorció de Bill durante el desafuero, ni por qué sufrió interrogatorios judiciales humillantes de un fiscal inclinado hacia el partido opuesto; un fiscal que obligó al ex presidente a relatar en cadena nacional detalles específicos de sus encuentros con Lewinsky. Parece que Hillary decidió hace mucho tiempo que ni las infidelidades de Bill le robarían la oportunidad histórica de ser la “primera presidenta”. ¡Vaya!, hasta Woody Allen declaró en Cannes la semana pasada que “esta (era) la presidencia de Hillary”. Si la deja Trump…

Analista político

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