Conforme avanzan las campañas para la gubernatura del Estado de México, cada vez es más evidente un resultado paradójico. A pesar de lo intenso y hasta de lo acalorado (a ratos) de las campañas, el punto central es que la elección misma no genera entusiasmos ni sorpresas, pero sí que las campañas han exhibido lo peor de los partidos políticos. Cada uno a su manera, se ha encargado de ensuciar el proceso hasta ahogarlo.

El PAN ha estado dedicado a zacapelas internas, con los peores modales. Sorprende la pérdida de institucionalidad que se observa en ese partido. Rencillas y vendettas, derivadas de la lucha por el control de ese partido y por la candidatura a la Presidencia en 2018, han sido de la peor calaña, y a la vista de todos los mexicanos. Al dar ese espectáculo, todos han perdido en el PAN, y también la democracia mexicana.

En el PRI, movilizaciones masivas, un gasto oneroso, y el hiperactivismo de priístas de todo cuño y de todos los rincones ha caído en un cinismo sin precedente. Por eso, las autoridades electorales enfrentarán problemas respecto a la elección en el Edomex, pero más aún el propio PRI, que se ha autodescalificado frente a la ciudadanía, que atónita ve en este comportamiento un verdadero agravio para la democracia mexicana. Ese partido permanece hundido en escándalos de corrupción, a todos los niveles, en particular de gobernadores.

Morena está inmerso en una polémica sobre sus procedimientos y fuentes de fondeo, derivada de las actividades de La Recaudadora. Las explicaciones de López Obrador no han convencido. En la visión colectiva, han surgido o resurgido serias dudas acerca de diversas prácticas de Morena.

Por último, el PRD, el PT y la candidata independiente no han logrado superar su condición de opciones políticas marginales. Destaca un PRD fracturado, en pulverización y muy lastimado.

En general, mostraron reticencia a formar alianzas para la elección de gobernador del Estado de México, que podría anticipar su posición hacia la elección presidencial de 2018.

Todo lo anterior ha venido a reforzar, entre muchos, la noción de que la intermediación de estos partidos políticos es el enemigo a vencer, de que el sistema de partidos (la partidocracia) se ha agotado como instrumento para conducir las preferencias políticas de la ciudadanía, a fin de dirimir de manera pacífica la legítima lucha por el poder. Esta consecuencia es la más relevante y trascendente que ha resultado de las campañas en Edomex, ya que reafirma que un aspecto fundamental de la elección presidencial de 2018 será precisamente cómo lograr que los partidos políticos respondan, en lo fundamental, a su función de presentar opciones viables para garantizar la gobernabilidad en México.

Es conocido que la ciudadanía está harta de la incapacidad y corrupción del “gobierno”; ahora a eso se suma que cada vez está más convencida de que los partidos políticos no habrán de producir una opción de gobierno idónea, que dé esperanza para garantizar la gobernabilidad del país.

Todo esto nutre el desamparo, la frustración de la ciudadanía, que anhela que los partidos permitan que continúe el desarrollo de la democracia mexicana, que a su vez conduzca a la gobernabilidad del país.

Por eso se multiplican iniciativas y hasta organizaciones sociales que buscan recuperar el derecho de la ciudadanía a tener un buen gobierno. Un ejemplo es el lanzamiento de “Nosotrxs” que, en palabras de Mauricio Merino en estas mismas páginas, deriva de que “queremos irrumpir en la vida política del país para que se comprenda la tesis más simple y poderosa de la democracia: que el dinero público es nuestro, que las leyes son nuestras, que las instituciones son nuestras. Pero si queremos hacer valer los derechos, tenemos que organizarnos”. Pero hay otras iniciativas similares, tantas como ciudadanos mexicanos.

Socio GEA Grupo de Economistas y Asociados / StructurA

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