Vicente Leñero le contesta a Adela Salinas, (1997) quién le pregunta por su fe: “Lo que distingue a mi religión de cualquier otra creencia es la convicción de que el hombre no va a morir del todo. No sé qué vaya a pasar después de la muerte, pero la promesa que da coherencia al cristianismo, aunque uno no la comprenda bien, es la promesa de la Resurrección. La no muerte. El volver a nacer para siempre. Sin esta convicción es imposible que uno se pueda llamar cristiano… Los principios fundamentales del cristianismo se apoyan en eso y en que el verdadero amor a Dios es el amor al prójimo. De esos dos pilares se derivan los demás principios”. Los cuatro evangelios y el Libro de los Hechos, y los textos de San Pablo tratan de diversas maneras la muerte y resurrección de Jesús. A la resurrección, Marcos le dedica seis versículos, Mateo veinte, Lucas 53 y Juan 56. En los evangelios, en capítulos anteriores, Jesús anuncia su muerte y resurrección y resucita a tres personas. Sin embargo, esos milagros, esos anuncios no habían llegado al entendimiento de los apóstoles y discípulos, como lo prueba su conducta a la hora de la prueba mayor. En el Monte de los Olivos, lo abandonan y huyen, luego Pedro reniega tres veces de él. En cuanto a la resurrección, ninguno de ellos la esperaba y cuando las mujeres les anuncian que la tumba está vacía, no las creen. Marcos, en el breve final de su evangelio, no menciona las apariciones de Jesús posteriores a su resurrección, mientras que los otros tres evangelistas, y Pablo, describen las varias visiones de Cristo por María Magdalena, las mujeres de Galilea, las que traen mirra, los discípulos de Emaús, Pedro, los apóstoles en Jerusalén el domingo de la Pascua, luego los mismos en presencia de Tomás el incrédulo; unos apóstoles pescadores lo vieron a la orilla del lago y muchos apóstoles y discípulos lo vieron en una montaña en Galilea, quinientos dice Pablo; el mismo Pablo y Santiago lo vieron también. Lo interesante es que en varias ocasiones, los testigos tardan en reconocerlo y Jesús tiene que invitarlos a tocarlo y a darle de comer para convencerlos de que no es un fantasma (o el jardinero). Misterio… ¿concepto espiritual sin necesaria realidad física? ¿Y la tumba vacía? ¿Un fraude como lo anunciaron a Pilatos?: hay que poner guardias al lado de la tumba para que no vengan a robar el cuerpo y anunciar que ha resucitado, lo que nos pondría en una situación peor aún. Bueno: tumba vacía, los dedos de Tomás en las cinco llagas, la comida compartida… no cabe duda que los personajes del Nuevo Testamento creen en la realidad de sus visiones de Jesús. Y muchos creyeron en su testimonio. Pero antes, como lo narra el primer capítulo de los Hechos, en el Monte de los Olivos los apóstoles se despiden de su maestro; creen, sin entender nada, que ya no yace en el sepulcro, que sube al cielo con su Padre. Luego, en poco tiempo, ese grupito de hombres espantados que se esconden vive en Jerusalén la experiencia de Pentecostés y se transforma en un equipo de valerosos combatientes espirituales. De repente hablan, predican, curan, incluso en dos ocasiones resucitan un muerto, corren a los demonios. Se acabaron miedos y dudas, están seguros que Jesús está a su lado y por eso predican “con autoridad”. Bien lo escribió Paul Winter en su On the Trial of Jesus, “Cayó la sentencia y se llevaron a Jesús. Crucificado, muerto y enterrado, subió efectivamente a los corazones de sus discípulos que lo habían querido y sentían su proximidad. Procesado por el mundo, condenado por la autoridad, enterrado por las Iglesias que invocan su nombre, resucita de nuevo, hoy y mañana, en el corazón de los que lo quieren y sienten que está a su lado”.

Investigador del CIDE.
jean.meyer@ cide.edu

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