Lucrecio, filósofo romano, preguntaba en su De natura rerum: “¿Por qué creen ustedes que los naufragios de nuestros barcos en el Mediterráneo causan tantos muertos?”, y contestaba que eso se debía a la existencia de los barcos. Anteriormente, los hombres se quedaban en tierra firme, trabajando con la pala y el azadón. Para mi esa anécdota tiene mucho sentido y no hay que interpretarla como una manifestación de conservadurismo cerril. Se aplica a la epidemia de obesidad que azota a México, epidemia que engendra, a su vez, la expansión vertiginosa de la diabetes.

Obesidad y diabetes conforman una epidemia global de la cual pocos países se salvan, pero nuestra situación es muy seria. Los poderes Ejecutivo y Legislativo lo saben muy bien, pero las medidas que tomaron y toman contra los refrescos y los lácteos endulzados dan risa y a la vez ganas de llorar; es intentar parar las cataratas del Niágara con un popote.

¿De qué estamos hablando? Siete de diez mexicanos adultos sufren el impacto del sobrepeso en su salud. Entre todos los países de la OCDE, solo Estados Unidos nos gana en cuanto a obesidad, de modo que 72% de los adultos mexicanos y cuatro de cada diez adolescentes tienen sobrepeso y obesidad, la cual es un exagerado y muy peligroso sobrepeso. Después de leer las estadísticas para todo el continente americano, me sorprendí haciendo automática e inconscientemente conteo en la calle y en el Metro: pues, sí, el sobrepeso en la Ciudad de México y en varias ciudades que conozco es un fenómeno general. Las estadísticas no engañan como en el caso de los sondeos electorales. Mujeres y niñas lo sufren más que hombres y niños; la gente de la ciudad más que la del campo; los norteños más que los sureños.

Año tras año, la Encuesta Nacional de Salud y Nutrición repite que la mitad de nuestros compatriotas no comen de manera sana y el resultado es que mucha gente sufre hipertensión y que México es campeón del mundo en cuestión de diabetes; le ganamos a Estados Unidos, sin que sea motivo de orgullo. Según las cifras de la OCDE, el sobrepeso implica mayores gastos de salud (25%) y sus consecuencias afectan a las actividades laborales: ausencias más numerosas, las cuales suelen castigar al salario. A escala nacional, se estima que la obesidad y el sobrepeso, para el año que empieza, implicarán un costo directo en atención médica para el Seguro Social y Popular que rondará los cien mil millones de pesos…

Hace tres años se inauguró una Estrategia Nacional para la Prevención de Sobrepeso, Obesidad y Diabetes; es temprano para calificarlo porque cualquier estrategia tardaría años en producir efecto (como cualquier reforma educativa, y se trata, en gran parte, de educación). Sin embargo, las cifras para 2016, las que cité al principio, dan miedo. Como me dio miedo el artículo de David Marcial Pérez, Diabetes, la epidemia global que azota México. Que leí en la revista Interjet del mes de diciembre, en un vuelo entre Guadalajara y México.

Afirma que la diabetes es la segunda causa de muerte en México, por encima del cáncer “y el gasto para su tratamiento amenaza la viabilidad del sistema público de salud”. De repente recapacité y me di cuenta que en los últimos diez años hemos perdido varios amigos y conocidos por culpa de la diabetes y que en nuestro entorno se mencionan muchos casos. Y eso que pertenezco a las clases privilegiadas. David Marcial precisa que “el exceso de azúcar en la sangre mató en 2015 más gente en el mundo que el Sida, la tuberculosis y la malaria juntas”. “Las causas de la diabetes tipo 2 o mellitus se esconden detrás de un coctel explosivo de vidas sedentarias y alimentadas a base de comida chatarra y bebidas azucaradas. La obesidad es el socio criminal de la diabetes”.

Todo está dicho y eso me remite a Lucrecio. Es el cambio técnico, la invención del barco en el caso citado por el romano, que ha permitido la rápida revolución que vivió el siglo XX en todos los aspectos; de nación campesina, frugal, flaca, pasamos a ser una población urbanizada y sedentaria, con nueva alimentación. Y eso nos mata.

Investigador del CIDE.
jean.meyer@cide.edu

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