El filósofo italiano Raffaele Simone, autor de El hada democrática, en una entrevista a El País (3 de julio) sostiene que “la izquierda está en vías de extinción y que el sistema democrático ha entrado en una deriva que lo deja sin contenido”. Eso lo sentimos, vivimos en todos los países democráticos, si por democrático entendemos un régimen constitucional representativo, con alternancia en el ejercicio del poder, y separación efectiva de poderes. Es el caso de Europa, Estados Unidos, México y muchos países de América Latina. Simone califica a la democracia de “hada”, por la bondad de sus promesas “utópicas” que tienen dos fuentes, la socialista (el Estado benefactor) y la liberal (libertades de todo tipo, representación).

Nos dice que la idea de democracia ha colapsado precisamente porque “sus orígenes son utópicos… pero con el cambio de siglo, algunos mitos se han caído. Se sostiene en ficciones, en ideas que no se pueden realizar”. Precisa que lo que amenaza hoy, como ayer, a la democracia es que “somos totalitarios por instinto. Lo que llamo el pensamiento político natural, instintivamente, no es democrático, sino totalitario”. Es cierto que la democracia sin adjetivos es un proyecto cultural, educativo, que va en contra de tal comportamiento primario y necesita un esfuerzo permanente para no degenerar en populismo, cesarismo, dictadura. Ya los griegos lo habían dicho, pero preferimos olvidarlo y olvidar que “las masas” no son naturalmente liberales, sino fácilmente totalitarias, por instinto y pasión. Demos es el pueblo, y Demos, con todo y etimología, no es naturalmente democrático, no escucha a Sócrates a la primera, sino le obliga a beber la cicuta.

Simone nos recuerda que la democracia genuina exige diálogo, compromiso como elemento fundamental: que todos renuncien a algo por el bien común. ¿No suena utópico? En nuestro México somos bien pocos los que aceptarían un sacrificio que se antoja insoportable.

¿Qué es ser de derecha? es, supuestamente, ser conservador, creer en los valores tradicionales y querer defenderlos. ¿Y de izquierda? Creer en el progreso sostenido, sin fin, porque como dijo Condorcet, antes de ser víctima de su querida Revolución francesa: “la perfectibilidad del hombre es infinita”. Derecha pesimista y nostálgica contra izquierda optimista y futurista. Luego, en la práctica, tal como nos la manifiesta la historia, el totalitarismo de derecha predicó el racismo y abrió campos de exterminio para acabar con judíos y gitanos; el totalitarismo de izquierda abrió campos de “reeducación” no menos mortíferos.

La Biología podría catalogarse como de derecha (por la Genética) y la Sociología de izquierda, pero la Neurociencia nos enseña que, si bien nuestro cerebro está dividido en hemisferios derecho e izquierdo, el cruce de las fibras sensitivas en el bulbo raquídeo hace que cada mitad del cerebro mande en el lado opuesto del organismo. La mano derecha depende de la mitad izquierda del cerebro, y viceversa. No recuerdo quien decía que ser de izquierda o de derecha era ser hemipléjico…

Alejandro Dumas escribe en sus Memorias: “Cuando entramos en su casa, estaba ocupado a dibujar su mano izquierda con su mano derecha.

¡Diablo! ¿Qué está usted haciendo, Géricault? Le preguntó el coronel.

Usted lo ve, querido amigo, dijo el moribundo; me uso a mí mismo. Jamás mi mano derecha tendrá un estudio de anatomía igual a la que le ofrece mi mano izquierda, y la egoísta lo aprovecha”.

Amartya Sen, premio Nobel de Economía, ¿es de derecha o de izquierda? El bengalí es un humanista de la economía, “un académico, pero también un agitador” (en palabras suyas) que nos ofrece una teoría de la justicia que “se preocupa más por lo que pasa en el mundo real, no en cómo sería en un mundo perfectamente justo”. Su libro, La idea de justicia, (2010) empieza con una cita de Dickens: “En el pequeño mundo en el cual viven los niños, no hay nada que se perciba y se sienta con tanta agudeza como la injusticia”. Esta, sí, es una noble pasión.

Investigador del CIDE.
jean.meyer@ cide.edu

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