Y votaron bien. Como debe ser. No como en el turno anterior cuando, en diciembre de 2011 y marzo de 2012, florecieron las protestas multitudinarias contra el fraude en las elecciones parlamentarias y presidenciales. Esta vez el presidente Putin no se dejó sorprender en las legislativas del domingo 18 de septiembre, de modo que la Duma (la Cámara de Diputados) es suya más que nunca. Fueron las elecciones más tranquilas, menos disputadas de la Segunda República Rusa, la que nació hace veinticinco años. Ni la corrupción, ni las dificultades económicas causadas por la caída sostenida del precio de los hidrocarburos, y también por las sanciones económicas que le valen a Rusia la anexión de Crimea y su apoyo a los separatistas de Ucrania oriental, pesaron en la voluntad de los electores de manifestar su apoyo al hombre fuerte del Kremlin. Durante una campaña electoral demasiado tranquila, para no decir aburrida, ningún partido criticó al presidente.

Pilar Bonet, excelente conocedora de Rusia, corresponsal de El País desde hace años, tiene razón cuando escribe que “Rusia sufre para pagar las políticas de Yeltsin”: Hacienda quiere recortar un 6% en todas las secretarías, Defensa incluida, las pensiones de 44 millones de jubilados se quedan lejos detrás de una inflación de 13%. Pero los que votaron (48%) fortalecieron a Rusa Unida, el partido del presidente, que logró la mayoría absoluta con 53% de los votos; eso le vale 345 de un total de 450 curules. Catorce partidos peleaban el voto. El Partido Comunista de la Federación de Rusia y el Partido Liberal Democrático, del eterno Vladimir Zhirinovski, casi empatan con 42 y 39 diputados (en lugar de 92 y 56 en 2011), y Rusia Justa apenas se salva con 23, en lugar de 64. Esos tres forman la oposición leal de Su Majestad. Los otros partidos no alcanzaron los 5% necesarios para entrar a la Duma.

Para evitar la bronca de 2011, el gobierno había tomado precauciones positivas y negativas: positivo, el nombramiento de Ella Pamfilova, una persona respetada, como presidente de la Comisión Electoral Central, en lugar del despreciado Vladimir Chúrov; negativa, la calificación de “agente del extranjero” para el Centro de Investigaciones Sociológicas Levada, última agencia independiente de estudio de la opinión pública. Había sido denunciado al Ministerio de Justicia por la organización Antimaidán (Maidán siendo la famosa plaza de Kiev, cuna de las protestas contra el presidente Yanukovich, el vasallo de Putin) que se da por meta “impedir revoluciones” (al estilo ucraniano).

¿En cuál categoría, positiva o negativa, cabe la alianza estrecha entre el poder y la Iglesia Ortodoxa Rusa? No es nueva, pero los últimos acontecimientos subrayan su importancia. En un artículo reciente, señalé que la I.O.R, en acuerdo con el presidente, había boicoteado el concilio de Creta que debía reunir a todas las Iglesias ortodoxas, en junio pasado. Ahora la fuerte presencia de la Iglesia en el gobierno se consolida con el nombramiento de Olga Vasilieva como titular de la Secretaria de Educación y Ciencia, el 19 de agosto; ninguna mujer había ocupado el cargo en toda la historia de la URSS y de Rusia. Teóloga, historiadora de la Iglesia en tiempos soviéticos, creyente practicante, visitó en seguida al Patriarca Kirill y declaró que “el amor a la patria es el fundamento de la esfera educativa y conceptual”. Su evaluación positiva del papel de Stalin coincide con la del Presidente y de más de la mitad de los rusos. Diez días antes de las elecciones, Putin nombró a Anna Kuznetsova, casada con un sacerdote, fundadora de un movimiento a favor de la Familia, como Defensora del Menor. Esa joven de 34 años, candidata de Rusia Unida por la región de Penza, entró en política como dirigente del Frente Popular Panruso, organismo de movilización electoral creado por Putin. Promete ahora trabajar para “el renacimiento del sistema moral que ha sido destruido”. El Patriarca Kirill y el Presidente Putin no dicen otra cosa.

Investigador del CIDE.
jean.meyer@ cide.edu

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses