Correr es uno de los ejercicios más agradables, sobre todo si se practica en ambientes naturales. Se trata de una actividad no violenta, espontánea y sencilla que genera placer y bienestar. Sus efectos se hacen notar en todo el organismo, pero sobre todo en los sistemas circulatorio y respiratorio, debido a una mejor oxigenación y a la regulación de los procesos químicos del organismo al transformar en energía la mayor cantidad de oxígeno que se respira. También favorece el sistema digestivo, puesto que los alimentos se metabolizan con más facilidad. Además garantiza la flexibilidad de las articulaciones, agiliza los músculos y fortalece el sistema inmunológico.

Correr regularmente también beneficia la mente, ya que genera una sensación de satisfacción general, lo que se traduce en serenidad espiritual. Su práctica continua se transforma en hábito, el hábito en necesidad, la necesidad en bienestar y el bienestar en autoconfianza. Es sabido que la autoestima depende del buen estado del organismo y de la percepción de la valía personal. Incluso una buena condición física se traduce en mayor resistencia a la fatiga y en una mejor disposición para prevenir y evitar enfermedades.

A quienes comienzan a correr, los expertos aconsejan hacerlo de manera gradual, sin apresurarse ni buscar resultados inmediatos ni pretender establecer tiempos mínimos o máximos. Lo ideal es fijarse objetivos razonables y mantenerse lo suficientemente apto para lograrlos. Antes del entrenamiento formal, hay que preparar la mente y el cuerpo para el esfuerzo. El ritmo debe ser regular y placentero, buscando conocer las propias capacidades, puesto que éstas son la base para programar un entrenamiento más intenso. Sólo después que se tenga la certeza de que el cuerpo responde adecuadamente, se comenzará a medir ritmos, distancias y tiempos.

Correr ocupa un lugar destacado en las actividades recreativas del ser humano, pero más que nada es un inmejorable medio para el perfeccionamiento físico y mental. En la antigua Grecia, por ejemplo, la velocidad en la carrera era un atributo militar, pero también un ejercicio para cultivar la belleza y la armonía corporal. Por eso el filósofo Platón dijo: “El cuerpo humano que encierra nuestra alma es un templo en el que se aloja un destello de la divinidad. Hay que embellecer ese templo por medio del ejercicio, para que los dioses se encuentren bien en él. De este modo lo habitarán largo tiempo y nuestra vida trascurrirá armónicamente”.

rjavier_vargas@terra.com.mx

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