La promulgación de la Ley Federal para Prevenir y Eliminar la Discriminación en 2003, así como la reforma al artículo primero constitucional que elevó a rango constitucional el principio de no discriminación, constituyen un parteaguas en la lucha contra la discriminación en México. Hoy existe entre círculos cada vez más amplios una conciencia del problema de la discriminación que no estaba presente hace dos décadas.

Con todo, México necesita redimensionar y replantearse el problema de la discriminación de la forma en que se ha instalado en el debate público. Debemos comprender para comprender que 1) no es un problema que afecte sólo a las mal llamadas “minorías”, sino al grueso de la población; 2) va más allá del uso de ciertas expresiones o vocablos y no debe buscarse sólo en las palabras (sino en actos reiterados y en el funcionamiento de las instituciones); 3) que no es un problema de “los otros” que discriminan, sino de “nosotros”, todas y todos como sociedad.

Nos han acostumbrado a pensar en la discriminación como un problema que afecta a pequeños grupos, y no como lo que realmente es: un problema que de manera directa y reiterada afecta a grandes sectores de la población estigmatizados, que si los sumamos, (mujeres, jóvenes, niños y niñas, personas adultas mayores, con discapacidad, pueblos y comunidades indígenas, afrodescendientes y personas de la diversidad sexual), es claro que se trata de la mayor parte de nuestra población.

Es importante entender también que la discriminación no es un problema que se encuentre en los márgenes de la sociedad; está en el centro de los grandes problemas nacionales y representa un obstáculo para nuestro propio desarrollo económico y social. Para que México pueda crecer y desarrollarse debemos eliminar la discriminación que, desde las estructuras de nuestra sociedad, excluye a grandes grupos y nos divide; lastima y daña el tejido social, además de profundizar la violencia.

Se ha señalado de forma reiterada que México está en condiciones de convertirse en una de las diez principales economías. Sabemos, sin embargo, que desde hace varias décadas hemos crecido muy por debajo de nuestro potencial. El problema tiene varias explicaciones. ¿Por qué no considerar que una de ellas tiene que ver con la discriminación que excluye a grandes grupos? ¿Que la desigualdad de trato que afecta a amplios sectores no sólo afecta sus derechos y su dignidad, sino que también implica una enorme pérdida de talento humano?

En las últimas décadas México se ha “beneficiado” de un bono demográfico histórico; esto es, de la mayor proporción de personas en edad de trabajar en relación con las personas dependientes, como niñas y niños o personas mayores. Sin embargo, a pesar de que el bono demográfico es un motor excepcional del crecimiento económico, no hemos sido capaces de aprovecharlo.

Buena parte de nuestra población en edad de trabajar enfrenta grandes barreras para ingresar al mercado laboral y a la economía formal. Aún así, hay estudios que muestran que más de la mitad de las y los empleadores en México manifiesta problemas para cubrir sus vacantes. Resulta preocupante que casi ninguna empresa adopta estrategias para buscar el talento de poblaciones que, aun cuando cuenten con una amplia preparación, tienden a enfrentar discriminación laboral como ocurre notablemente con las mujeres.

Hoy las habilidades de millones de personas en México se desperdician o subutilizan en empleos precarios o de bajo valor agregado. En ocasiones esta exclusión se escuda bajo la afirmación de que las personas discriminadas no están suficientemente calificadas; sin embargo, incluso en esos casos, las ganancias de los agentes económicos al incluirlas podrían superar los costos. Hay que transformar mentes y cambiar paradigmas para que eso ocurra.

La inclusión de los sectores discriminados en México no es solamente un imperativo legal y moral, sino también uno económico: la clave para alcanzar nuestro pleno desarrollo radica en el talento que hoy permanece desaprovechado. Este desafío es urgente porque el bono poblacional que aún tenemos se agotará en los próximos años. Por ello, erradicar la discriminación y transformar las estructuras que excluyen a grandes grupos de la población es cada vez más importante.

Coordinador de Asesores del Conapred

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