Desde el inicio de su pontificado, el Papa Francisco se ha convertido en “signo de contradicción” como Jesús. Le ha tocado presidir a la Iglesia en uno de los momentos más críticos de su historia. Ha renunciado a ser un papa sacralizado, y este hecho ha escandalizado a más de uno en la Iglesia. Su calidad humana y cristiana ha traído aire fresco a un Iglesia milenaria necesitada de una genuina reforma evangélica. Como pastor, es un papa que “huele a oveja”, y huele a oveja porque es un papa que sabe hacer presente el amor de Dios a todos los seres humanos en un genuino espíritu de servicio y generosidad. El Dios del papa Francisco es el Dios de Jesús; y este Dios está mediado por el amor, por la misericordia, no por la ley. Francisco ha sabido hacer presente a este Dios con sus gestos, palabras y acciones. Sabe comunicar en un lenguaje directo, franco, transparente, el mensaje del Evangelio a los hombres y mujeres de hoy, porque él es un cristiano profundamente identificado con Jesús, que siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza, como nos enseña san Pablo.

Francisco es un jesuita, y como jesuita sabe que lo fundamental es amar a Dios en todas las cosas. La espiritualidad de la Compañía de Jesús es una espiritualidad centrada en Cristo, y esta centralidad de Cristo ha llevado a Francisco a verse más desde el servicio que desde el poder. Su servicio a la Iglesia desde el ministerio petrino está enriquecido por la espiritualidad de la Compañía de Jesús; por eso lo vemos alegre en el servicio a sus hermanos, sobre todo a los que sufren a causa de la pobreza, la enfermedad, la soledad y de muchas otras carencias. Su mensaje es de esperanza, y por eso se trata de un mensaje alegre y gozoso, ya que el Evangelio es una buena noticia sobre todo para los pobres y para cuantos sufren, porque de ellos es el reino de los cielos.

Francisco por la forma en que ejerce su ministerio, agrada a unos y desagrada a otros. Y es este papa “signo de contradicción”, el que viene a México en el mes de febrero. Viene como pastor, no como jefe de Estado. Y como pastor viene para confirmar a sus hermanos en la fe. Y viene a una Iglesia que no está en total sintonía con él. La jerarquía de la Iglesia mexicana es una jerarquía muy sacralizada, muy alejada del pueblo a cuyo servicio debe estar. La mayoría de nuestros obispos no son pastores que tengan olor a oveja. La Iglesia mexicana es una Iglesia muy clericalizada; los laicos tienen poca presencia en ella. Francisco es un papa que ha sabido poner el poder de su investidura al servicio de las mejores causas de la humanidad.

Nuestro país vive una situación de violencia provocada por el crimen organizado que ha penetrado al mismo Estado y a muchos sectores de la sociedad. Francisco no hablará en términos abstractos para no irritar a los poderes político, económico y religioso de nuestro país. Su palabra incidirá en la realidad que México está viviendo. Va a dos diócesis emblemáticas de la Iglesia mexicana: San Cristóbal de las Casas y Morelia. Estas diócesis están ligadas a dos grandes figuras de los inicios del cristianismo en México, fray Bartolomé de las Casas y Don Vasco de Quiroga. Las Casas simboliza el combate por la dignidad humana de los indígenas; Quiroga simboliza una sociedad sin pobreza, donde se da una mejor distribución de la riqueza fruto del trabajo de todos los integrantes de la comunidad. Además, San Cristóbal de las Casas ha sido una diócesis comprometida con los indígenas y con los refugiados guatemaltecos bajo el episcopado de Don Samuel Ruiz García. Don Samuel Ruiz como Las Casas encarna el espíritu profético del Evangelio. En ciudad Juárez estará cerca de las familias que han sufrido a causa de los feminicidios y del narcotráfico. En fin, estos tres lugares son emblemáticos en esta hora trágica de nuestra historia. El mensaje de Francisco en estas diócesis no ignorará la realidad que el pueblo de Dios está viviendo. Hablará y hablará claro como los venerables profetas bíblicos.

Esta visita del papa Francisco a México nos mostrará a un papa que sabe estar cerca de la gente, sobre todo de los que sufren. Los obispos mexicanos tiene que aprender de Francisco a ser pastores que sepan consolar, fortalecer, dar esperanza y alegría a un pueblo necesitado de todo eso para seguir avanzado hacia un futuro mejor. Francisco ama a la Virgen de Guadalupe; estará en su santuario para pedirle por este México crucificado por la pobreza y la injusticia. María desde el siglo XVI ha asumido el rostro materno de Dios, pero también nos ha invitado a construir un mundo nuevo desde los pobres, representados en el indio Juan Diego.

Francisco en México será un “signo de contradicción”. Ya que no se puede ser neutral, si se cree en el Dios de Jesucristo, que es el Dios de los pobres y de cuantos son pobres de espíritu, porque han hecho de Dios su tesoro y desde este tesoro, relativizan la riqueza, el poder y la fama, haciéndose solidarios de su hermanos empobrecidos por el dios-mercado, que es el dios de este mundo. Francisco está al servicio del Dios de Jesús, por eso es un papa que ama sirviendo y sabe amar a Dios en todas las cosas, siguiendo las huellas de san Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús.

Académico del Departamento de Ciencias Religiosas de la Universidad Iberoamericana

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