Los escapes de prisión están hechos para la literatura, para el cine. Desde que tengo memoria, las historias reales o ficticias inspiradas por dichas aventuras son materia de leyenda, de mito urbano, de fascinación colectiva. Desde el Conde de Montecristo o Papillon, el escape de Alcatraz o la mucho más reciente de los dos asesinos que escaparon de una cárcel en Nueva York, estas historias tienen una capacidad única para capturar la imaginación del espectador.

En esta colección literaria, fílmica y periodística, El Chapo Guzmán ocupa un lugar muy especial. Sus dos fugas de prisión superan a la imaginación más creativa, más desbocada. El carrito de lavandería, el túnel hecho a la medida, serían increíbles de no ser porque son ciertos.

El que un preso en México logre evadir a sus captores no es precisamente novedad, pero que el criminal más buscado logre hacerlo dos veces de una cárcel de las así llamadas de máxima seguridad parece un chiste cruel, de esos que sólo suceden o se cuentan en nuestro país.

La tentación fácil, en la que ya han caído muchos en el análisis y el juicio de botepronto, es culpar al gobierno, al partido en el poder, al Presidente en turno. Un tanto absurda la conclusión, que no aguanta un análisis mínimamente objetivo y racional. A nadie en las altas esferas del gobierno conviene algo que no sólo es una vergüenza nacional e internacional, sino que menoscaba todas las acciones realizadas hasta ahora de combate al crimen organizado. Vaya, hasta por sentido común resulta absurdo pensar que un mismo gobierno lo podría capturar para luego dejar escapar.

Igualmente falsa, por facciosa, resulta la aseveración de que es culpa de uno u otro partido que El Chapo esté hoy libre. Capturado inicialmente en tiempos de un gobierno priísta, el de Carlos Salinas, se fugó por vez primera en el de Vicente Fox, que se decía panista. En la presidencia de Felipe Calderón permaneció prófugo, y en este sexenio de Enrique Peña cayó y huyó nuevamente. No hay lógica ni conexión partidista, y quien quiera concluir que este es asunto del PRI-PAN, haría bien en recordar episodios como el de Godoy, Abarca y Ayotzinapa para ver que este es un problema que trasciende por mucho las fronteras partidistas.

La fuga de El Chapo Guzmán ilustra muy claramente cómo es que en México la impunidad, la corrupción y el dinero son el combustible que permiten a la ilegalidad, al crimen organizado, prosperar, crecer, extenderse. Ridículo pensar en un gobierno de la República cómplice, ya en tiempos de Fox, Calderón o de Peña, pero más que plausible, probable, la activa participación de supuestos servidores públicos de segundo, tercer y del más ínfimo nivel coludidos, colaboradores, partícipes activos de estos agravios a la nación, a la sociedad.

Un error imperdonable de nuestra clase política fue permitir que el combate el narcotrafico se partidizara. Fue en épocas de Felipe Calderón cuando algunos de sus asesores insistieron en que era una gran idea culpar al PRI de la expansión del narco en México. Estrategia de campaña para un asunto de Estado, mostró el verdadero tamaño de quienes en vez de ver este asunto en su entera dimensión, lo convirtieron en un eslogan partidista.

Todos mordieron el anzuelo y desde entonces todos tratan de culpar al del otro color partidista. Crasa equivocación. Este es un tema que atañe, lástima, vulnera a México entero. Quien en vez de voltear a ver al enemigo común busca sacar raja partidista es un irresponsable, un demagogo.

La noticia mueve a la burla, a la risa. A mí, la verdad, me dan más ganas de llorar que de reír.

Analista político y comunicador

Twitter: @gabrielguerrac

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses