En la entrega anterior reflexionaba acerca de la insatisfacción de la sociedad mexicana con la situación actual del país y el hecho de que, aún con los innegables logros alcanzados, todavía no tenemos el México al que aspiramos. Pero también expresé mi convicción de que ese sentimiento demuestra la existencia de una gran voluntad y energía para enfrentar los retos que tenemos como nación.

Para aprovechar la oportunidad que esto representa, en esta segunda parte me permito compartir tres conceptos que considero deben delinear las acciones que llevemos a cabo para seguir avanzando por la ruta correcta.

En primer término, un proceso continuo de perfeccionamiento del gobierno y fortalecimiento institucional es indispensable para tener la capacidad de hacer diagnósticos certeros de los problemas, diseñar mejores políticas públicas y coordinar los esfuerzos gubernamentales y de la sociedad para hacerles frente.

Mejor gobierno no significa más gobierno, sino uno mejor preparado, que cuente con las condiciones e incentivos para tener y retener a los mejores mexicanos al servicio del país. Y esto no es privativo del nivel federal; debemos dotar de más capacidades a los gobiernos de estados y municipios, pues hoy gestionan más recursos y precisan de mayor capacidad de ejecución para hacer un uso más racional e inteligente de los mismos.

Segundo, necesitamos una sociedad mucho más participativa que venga a completar y potenciar nuestra democracia electoral; estoy cada vez más convencido de que la solución a nuestros problemas requiere de la participación activa de cada uno de nosotros.

La cosa pública nos incumbe a todos y, así como los temas de la salud no se pueden dejar sólo en las manos de los médicos, la solución a los retos y el aprovechamiento de las oportunidades no se pueden dejar sólo en manos de los gobernantes. Atrás quedaron los tiempos de los liderazgos unipersonales o mesiánicos que quieren convencernos de tener la solución a todos nuestros problemas, de que no nos preocupemos y se los dejemos a ellos. No caigamos en falsas ilusiones para luego desilusionarnos. Es el trabajo conjunto de la sociedad y su gobierno el que hace grandes a las naciones.

Tercero, cada vez resulta más clara la necesidad de un México más solidario, no hay duda que si seguimos por el camino que nos hemos trazado e instrumentamos adecuadamente las reformas impulsadas por el presidente Peña Nieto, nuestra economía crecerá y dará más empleo a los mexicanos.

Sin embargo, la velocidad a la que esto ocurre no es suficiente para atender el rezago. Todos debemos participar directamente en el apoyo y búsqueda de oportunidades para los mexicanos más necesitados. Parafraseando a un líder moderno, mientras haya un niño que no vaya a la escuela, una familia sin vivienda o un anciano sin retiro, yo, como mexicano, soy responsable.

Somos parte de un mismo país, de una misma familia y de una misma casa. No podemos pensar que sólo basta con hacer nuestra parte y decir: “ya cumplí”. Tenemos que dar ese extra; involucrarnos con nuestra comunidad; ver y sentir como propios los problemas que aquejan a la mayoría; ser solidarios y corresponsables con nuestra comunidad. La indiferencia no es una alternativa.

Por último, para alcanzar el desarrollo en esta generación México requiere de un perfil de liderazgo que, por una parte, ayude a la sociedad a tomar conciencia de sus retos y oportunidades y, por otra, que guíe el esfuerzo conjunto para llevarla a un estadio de desarrollo superior.

Así como los mexicanos del siglo XIX independizaron al país y sentaron las bases de un nuevo régimen político, económico y social; los mexicanos del siglo XX crearon instituciones para procurar un México más justo e igualitario; ahora a los mexicanos de la primera parte del siglo XXI nos corresponde construir sobre estos esfuerzos y alcanzar el México desarrollado al que todos aspiramos.

Secretario de Turismo

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses