Con el retiro de Ted Cruz (qué bueno) de la contienda electoral, es una realidad que Donald Trump será el candidato republicano a la presidencia de Estados Unidos. En el campo demócrata, los grandes intereses corporativos norteamericanos se han alineado para garantizar la nominación de Hillary Clinton. Ellos dos serán los dos candidatos finalistas y uno de ellos, por supuesto, ocupará la Casa Blanca a partir de febrero de 2017.

Las principales encuestas y los apostadores profesionales de Las Vegas le otorgan una ventaja de 10 puntos a la señora Clinton sobre el empresario. A pesar de estas tendencias de opinión, lo más probable es que Trump sea el próximo presidente de Estados Unidos. Diré por qué.

La señora Clinton enfrentará tres asuntos de su pasado reciente que habrán de descalificarla políticamente e incluso, por la vía judicial. Su rival demócrata, el senador Bernie Sanders, decidió atacarla solamente en uno de esos tres frentes: el oscuro episodio de los discursos que ofreció Hillary ante banqueros neoyorquinos, por los cuales cobró más de 600 mil dólares y cuyo contenido se ha rehusado a revelar. Sin embargo, se abstuvo de criticarla sobre los dos asuntos más graves: su responsabilidad como secretaria de Estado en el asedio del consulado norteamericano en Bengazi y el asesinato del embajador de Estados Unidos en Libia, y el más serio de sus pecados, la desviación de correos electrónicos confidenciales hacia su servidor personal.

Donald Trump, acariciando ahora sí la presidencia norteamericana, utilizará sin recato los recursos legales a su alcance para que se levanten cargos judiciales en contra de la ex secretaria de Estado por violar normas que atentan contra la seguridad nacional de Estados Unidos. La señora Clinton nunca ha dado una explicación convincente sobre las razones que la llevaron a acumular esas comunicaciones secretas de la diplomacia norteamericana. Se ha escudado en el argumento, frágil, de que muchos de esos correos ya habían sido desclasificados. Pero jamás explicó por qué tomó la decisión de desviarlos hacia una computadora personal. Existe la especulación de que las comunicaciones guardadas eran precisamente las que se vinculan con la matanza de Bengazi. Este coctel de asuntos nebulosos puede sacar de la carrera a Hillary Clinton, sin llegar siquiera a la boleta final. Pasará más tiempo enfrentando un juicio que haciendo campaña.

Ante este escenario, Trump se concentrará en explotar las vulnerabilidades de Hillary Clinton, sin que ella pueda contar con argumentos de peso para descalificar al empresario inmobiliario. Entre los 17 precandidatos republicanos que intentaron sacar del juego a Trump, lo más serio que le encontraron es que contrató mano de obra indocumentada en la construcción de sus edificios y que la universidad que fundó tiene una pobre calidad académica. Nada comparable a los tres episodios oscuros de la candidata demócrata.

México deberá prepararse a enfrentar el desafío del presidente de Estados Unidos más abiertamente antagónico a los intereses mexicanos desde que otro caballo negro de la política estadounidense, James Polk, nos quitó la mitad del territorio nacional.

Internacionalista

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