México debería recibir refugiados sirios. Con un ofrecimiento de esta naturaleza, nuestro país estaría haciendo lo moralmente correcto, ayudaría a la comunidad internacional —especialmente a nuestros amigos y aliados en Europa—, mostraría altura de miras ante una de las crisis humanitarias más severas de las últimas décadas, mejoraría su imagen internacional, fortalecería sus relaciones con el mundo árabe y daría continuidad a la tradición diplomática de dar asilo a quienes lo necesitan.

México es uno de los países grandes del mundo con menos migrantes. Apenas el 0.3 por ciento de quienes habitan este país es extranjero. En los años cuarenta recibimos refugiados españoles que huían de la guerra civil y de la dictadura de Franco. Hasta el día de hoy los españoles, los de España y los que se han naturalizado mexicanos, recuerdan y agradecen la hospitalidad que les brindó nuestro país. En la reciente visita del rey Felipe VI, sus referencias más emocionadas fueron a la mano que México tendió a los republicanos españoles que encontraron refugio en nuestro suelo. Han pasado 75 años y los españoles no lo olvidan.

En los setenta, México volvió a abrir sus puertas a los perseguidos políticos de Argentina, de Uruguay y de Chile, donde los militares habían perpetrado golpes de Estado. Como diplomático he tenido la fortuna de viajar oficialmente a esos países y, ya restauradas sus democracias, muestran un agradecimiento y una simpatía sin paralelo hacia nuestro país. Los llamados Argenmex son los mejores aliados y amigos que pudiéramos encontrar. La actual embajadora de Argentina en México, Patricia Vaca, llegó a nuestro país en calidad de refugiada y ahora es una de las mejores embajadoras que pudiéramos tener.

Recibir a los refugiados ha sido favorable para México y para las naciones de origen. Los migrantes llegan a un país multicultural y abierto que les acoge y los asimila respetando sus orígenes. En sentido contrario, México se ha beneficiado de contar con el talento y entrega de estas diásporas. Los españoles fundaron empresas, hospitales y hasta El Colegio de México, una de las instituciones académicas más importantes de América. Los chilenos y los argentinos nutrieron nuestros espacios universitarios con profesores de primer nivel y hasta nuestro futbol se vio beneficiado.

La presidenta de Chile, Michelle Bachelet, al pisar recientemente suelo mexicano, evocó la hospitalidad que México brindó a personas como ella misma, perseguida política por el régimen dictatorial del general Pinochet.

La comunidad libanesa en México, muchos de ellos provenientes de la misma Siria, ha hecho una contribución por demás valiosa al desarrollo de nuestro país. Desde Carlos Slim hasta Salma Hayek, los Neme, los Chedraui, los Kuri, hasta el gran poeta chiapaneco Jaime Sabines, todos ellos cumplen con el famoso consejo del presidente López Mateos: si no tienes un amigo libanés, búscate uno de inmediato.

Mucho bien le haría a México y al mundo que recibamos refugiados sirios en esta hora tan difícil para ese pueblo. Nos lo van a agradecer por siempre los sirios en primer lugar, pero también los europeos y, por cierto, todos aquellos en Estados Unidos que están hasta la coronilla de los mensajes antimexicanos de algunos candidatos que pintan a nuestro país como una plaga. Ojalá seamos el primer país de América en tomar la decisión.

Internacionalista

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