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Hilario Peña es el autor de Juan Tres Diecisésis, una novela policiaca protagonizada por el detective Tomás Peralta, más conocido como Malasuerte, publicada por Penguin Random House, en julio de 2014, en la ciudad de México, México. Es una novela donde el mundo del boxeo es tema importante, lo mismo que las fiestas de los narcos, la música norteña, la religiosidad de la gente pobre y enferma, y una Tijuana de cuerpo entero que se debe todo a sí misma, y poco importa que sea la frontera más cruzada del mundo o un centro de acogida para toda clase de visitantes que buscan atemperar su estrés en un fin de semana.
Un buen día a Malasuerte, un tipo duro que se autodefine con aplomo: “Jamás fui un intelectual. Más bien soy un tipo de acción. Pensar poco me ayuda en mi trabajo, pero reconozco que tiene sus desventajas,” le llega el caso del asesinato de Gabriela, esposa de Juan Tres Dieciséis, un boxeador campeón del mundo, que a su vez está desaparecido. Le agrada porque le da la oportunidad de suspender la persecución de infieles de motel y porque es aficionado a la fiesta de los puños, que esperamos que la gente decente no consiga prohibir jamás. La investigación avanza en zigzag, porque topa con la presencia de demasiados sectores relacionados con el caso: una presidenta municipal muy bella con una intensa vida privada, un gobernador temeroso, una empresa inmobiliaria con sospechosos intereses, obreras y obreros de las maquiladores con los sesos carcomidos, un doctor que lo cura todo, varias chicas hermosas y voluptuosas dispuestas a lo que sea y una policía desconcertada ante un delito en que el cuerpo ha sido mancillado.
Malasuerte avanza con dificultades, los obstáculos no tienen fin y tal parece que nadie desea que el asunto se aclare. Tiene oportunidad de leer el diario de Juan y se entera de la vida difícil del campeón al que odiaba su madre y de cómo alcanzó el título en una pelea en Las Vegas. Es un personaje que escucha una voz, la del Hermano Ángel de la Tierra, que interviene en algunas de sus decisiones de manera determinante: “Eres un instrumento de Dios”, le asegura, “Él te usa para tocar su música.” Aunque a él lo que más le gusta es noquear rivales y también a su esposa, de quien sospecha que lo engaña. Con diálogos cortos y descripciones breves, Hilario Peña pasa rápidamente de un asunto a otro, aunque todo es parte de un todo sucio y sangriento donde las sorpresas parecen no tener fin. Sólo les rebelaré que la víctima y el victimario comparten contexto. Las revelaciones incluyen al detective, que tiene un pasado determinante del que no podrá zafarse fácilmente. Las voces de los muertos son fuertes y se escuchan claras.
El narrador, que es el detective, salta de un punto a otro sin restricciones. Peña no se entretiene en digresiones de ningún tipo, su estilo es ir al grano, y el lector contemporáneo se lo agradece. Brandon, un personaje muy especial, come muy bien, “nos sirvió langosta estilo Puerto Nuevo, con arroz rojo, pico de gallo, guacamole y tortillas”, en una reunión donde Malasuerte optó por un pargo frito con arroz blanco. Ambos platillos delicias absolutas y absolutistas de esa costa, no digan que no. Quizá en los fragmentos de sexo se extiende un poco; citaré un par de ejemplos para que usted se haga una idea de cómo con la lectura de esta novela va a incrementar su efectividad con su pareja: hacen el amor “en el piso del comedor, en el cuarto de lavado, en la cocina y en el baño. Hicimos el chivito en el precipicio, el perrito, patitas al hombro, el columpio…” En fin, a nadie le sobra una poca de actualización en esta actividad tan importante en nuestra existencia.
Los últimos capítulos son de revelaciones que se vienen en cascada. El poeta Víctor Sahuatoba, afirma que el detective es el lector, que la búsqueda del culpable es parte del enamoramiento que el género provoca, y es coherente. Una novela policiaca es un paso hacia un mundo más justo, un mundo donde las leyes se apliquen, un sueño que los mexicanos soñamos cada vez con más frecuencia. Malasuerte, un ex policía que vive del horror, se encarga de contarnos sus pasos y poner frente a nosotros una policía corrupta en alguna de sus partes y poco profesional. Deja claro que una ciudad moderna y tan notable como Tijuana, requiere de unas fuerzas del orden a su altura. Por lo demás, Juan Tres Dieciséis, es una muestra más de la calidad de la novela policiaca mexicana contemporánea. Ya me dirán qué les pareció este versículo según San Juan.
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