“Es mejor creer que dudar”, asevera Justo Navarro en su novela Gran Granada, publicada por Anagrama en Barcelona, España, en mayo de 2015 y que es posible encontrar en las librerías de México. Y agrega: “Es mejor creer que averiguar.” Sin duda, dos puntos de vista inquietantes que en una novela negra abren el panorama lo necesario para confirmar el juego de las pistas falsas y la forma en que enriquecen la trama y ponen a prueba al lector atento. En efecto, Justo Navarro es un maestro de la pista falsa.

Es 1963 y Granada, ciudad a la que cantó Agustín Lara en 1932, se debate entre una terrible inundación, dos cadáveres de clase premier y la visita del dictador Francisco Franco. La novela transcurre, intensa y colorida, entre la doble vida del oculista Federico Saura y su grupo de amistades, la agudeza del comisario Polo, casado con una joven hermosa que les dará dos sorpresas; y la vida intelectual de una pequeña ciudad donde la Guerra Civil duró tres días. Todo gira alrededor de Polo, quien conoce los secretos de todas las personas importantes de la ciudad y sueña con un sistema de control total de la población. Es un hombre de más de 80 años, un investigador policiaco taimado y profundo, que al final también los sorprenderá.

Justo Navarro, nacido en Granada en 1953, es un novelista que nos envuelve con su estilo vivaz y preciso, no deja cabos sueltos ni hace trampas previsibles. Maneja perfectamente los planos narrativos alrededor de los personajes y los entrelaza entre sí de manera natural y artística, de tal suerte que crea un universo único que no oculta a la creatividad del lector. Los personajes sobresalientes: Saura, Polo, Valderrama, Clara, López Olmo, Elena, Velasco, Segovia, Sola, Cabrerizo, Sitre, nunca salen de la historia, “la vida criminal de Granada tiene un carácter familiar y artesano”, advierte el novelista, aunque los hilos que mueven a los personajes no sean tan visibles y tengan ese toque de misterio tan necesario en una buena novela policiaca. Como ustedes saben, los delitos en una sociedad correcta, son correctos. “La vida privada es la vida privada: no está prohibida. Prohibido está el escándalo, la mala vida pública.” Proclama el comisario Polo, a quien todos temen lo suficiente como para escucharlo con aprehensión.

Mientras, Saura no sale de una preocupación cuando entra en otra, puesto que uno de los muertos aparece como su paciente y el otro era su amigo, el comisario la lleva tranquilo, desconfía de las falsas pistas pero las considera, juega al policía malo cuando le da la gana, sobre todo con el forense, un apostador redomado, y al policía bueno cuando se trata de ablandar a alguno. “El asesinato pertenece a la esfera de los fenómenos sentimentales”, aventura el autor; este principio podría ser una guía que es posible seguir, aunque líneas después uno deje de pensar en ella seducido por el discurso de Navarro, que también fue merecedor del premio de novela Herralde, en 1990. “La verdad, invariablemente está en la superficie”, sostiene el novelista, una idea que es vigente desde Edgar Allan Poe y que matizada correctamente funciona a la perfección.

Contar una ciudad es un placer, sobre todo la ciudad de uno, donde es posible conocer las sombras y los claroscuros. Navarro domina además la historia de Granada, una ciudad que se sostuvo en dos pilares según revela en la presente novela: “La Santa Madre Iglesia y la Policía”. Con esa verdad, resulta verdadera la idea de que, “son imprevisibles los efectos de decir en voz alta lo que se sabe en voz baja.” Es el universo de Navarro, con seres de ficción dotados de un puntual sentido de lo real. Desde luego, es arrobadoramente funcional y los elementos culturales de época no escapan a nuestra atención porque sabemos que allí estuvieron para dar un toque tecnológico a la vida: la radio, la tele, los discos, los autos, el cine, los tractores, todo eso que modificó nuestra vida y que se convirtió en parte de nuestros sueños.

Gran Granada es perturbadora, es la novela de “una ciudad difícil donde nadie quiere ser quien es”, y quizá por eso se sobre exponen. Justo Navarro entrega un trabajo ejemplar, lleno de personajes posibles. Indudablemente, sabe que las mejores novelas son las que terminan por ser parte de uno mismo; al menos es el sentimiento que pretendo compartir con ustedes, que son lectores pasionales e inteligentes. Ya me compartirán su opinión. Que la disfruten.

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