Internet ha logrado hacer lo que nunca antes ocurrió en la historia: la conexión de todas las personas en un mismo espacio, la web, donde nadie es más que el otro, donde gobernantes y gobernados son iguales. Lamentablemente, ese principio democratizador abre también puertas a los delincuentes.

En México hay cerca de 54 millones de usuarios de internet, de los cuales casi la totalidad, 51 millones, tienen perfil en Facebook, la red social más grande del mundo. Niños y niñas forman también parte de esa vía de interacción y así como en las calles, en la red hay riesgo de que sean víctimas de acosadores.

De hecho el riesgo quizá es mayor porque, a diferencia del contacto físico directo, el que se da a través de internet permite a los depredadores sexuales ocultar su identidad hasta el punto en que el menor de edad llegue a confiar en su victimario. No es una especulación, ocurre en todo el mundo y los controles gubernamentales han sido incapaces de frenar la práctica.

La primera reacción de quien se percata de esta realidad tal vez sea exigir el control de internet, llamar a establecer barreras técnicas y prohibiciones a los menores. No obstante, no funciona hacer eso. Tanto los acosadores como las víctimas (que al principio no saben del riesgo) siempre logran dar la vuelta a las barreras que instituciones y padres imponen.

¿Qué hacer entonces? Por un lado, gobiernos, escuelas y organizaciones de la sociedad tendrían que lanzar una campaña masiva destinada a advertir a niños, niñas y adolescentes del peligro que corren al entrar en contacto con desconocidos en la red. Debe quedarles claro que nunca se sabe quien puede estar detrás de una foto amigable y de una conversación supuestamente amena.

Pero mas importante que cualquier otra iniciativa es el involucramiento de los padres porque es en el hogar donde los valores más hondos de la persona se incuban. La familia puede salvar a sus hijos del acoso, no prohibiéndoles el uso de internet o amenazándolos, sino haciéndoles saber que hay peligros afuera y que en caso de detectarlos tienen en sus seres queridos una ventana de comprensión. Han ocurrido casos en que niños y niñas se suicidan antes que aceptar decir a sus padres la vergüenza de haber sido desnudados en internet por un extraño. Hay que evitarlo.

Frente al acoso en la red la mejor defensa es la información y la apertura de los más cercanos hacia quienes pudieran ser las víctimas.

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