El estado fue declarado en quiebra por el pasado gobernador y tiene el peor índice de homicidios en el país; además, en sus tierras ocurrió el mayor escándalo en seguridad del país en lo que va de esta década... Sacar a Guerrero del hoyo requerirá de un esfuerzo titánico, sólo posible si alínean esfuerzos los gobiernos locales, el federal, la iniciativa privada y la sociedad civil.

La oportunidad es ahora, en el contexto de un gobierno estatal recién llegado.

Ayer tomó protesta Héctor Astudillo como nuevo gobernador de Guerrero. En el mismo espacio, el secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, anunció el relanzamiento de la estrategia de seguridad en la entidad. El plan incluye una unidad antisecuestros en Acapulco, ciudad donde entre enero de 2011 y septiembre de 2015 han ocurrido 208 plagios, así como recursos sin precedentes a nivel federal que serán encabezados por un general del Ejército.

Lo interesante es que no sólo se habló de uso de la fuerza contra la violencia en la entidad, sino de reconciliación. El objetivo es evitar enconos, diferencias, enfrentamientos. Un cariz nuevo en una entidad que a lo largo de su historia ha visto muchos escenarios de guerra, ya sea de combate guerrillero a las fuerzas gubernamentales o de éstas intentando apaciguar alzamientos armados de una población dura de someter.

En la tierra de Lucio Cabañas y Genaro Vázquez, pretender imponer un orden basado sólo en la presencia armada y concebido desde las oficinas del centro del país sería un error.

El 4 de agosto pasado este diario mostró un ejemplo de la complejidad de la violencia en el estado. El perfil de los asesinos en la entidad es de chicos menores de 20 años, que se mueven en alguno de los cinco grupos de crimen organizado que operan en la entidad. La oferta ilegal de trabajo se da a todos los niveles, desde la siembra de amapola en la sierra hasta la posición fija de jóvenes como homicidas.

Es difícil como gobierno pedir a la gente ceñirse a la legalidad con base en meros argumentos morales en una zona donde la alternativa para millones de personas es el cultivo de productos que dan mucho menos dinero que la droga, donde la sensación de rencor por la pobreza ancestral está enraizado.

Tampoco es que baste con repartir dinero. Lleva décadas desarrollándose una cultura criminal entre la población que no cambiará con el solo hecho de ponerle a los jóvenes una cancha de basquetbol en su colonia. Pero si a acciones como esa se suman, al mismo tiempo, la persecución efectiva de los crímenes más lesivos, poco a poco habrá el convencimiento de que la opción legal es la más conveniente. Será esfuerzo de largo plazo, pero cuando la noche es más oscura, la luz es más visible.

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