Al igual que el tráfico de drogas y el crimen organizado, la migración indocumentada de connacionales es una de las realidades que une profundamente a México con Estados Unidos. Es una situación que se cimienta en la pobreza de regiones en donde se impone la dificultad de salir adelante y las oportunidades de educarse o trabajar son escasas.

El drama de la migración indocumentada hacia el país del norte mueve cada año a decenas de miles de mexicanos y centroamericanos de bajos recursos a una aventura de la que no se conoce su desenlace. De quienes inician el recorrido, muchos son los que no llegan. Así lo demuestra el caso de 10 inmigrantes fallecidos en Texas, cuatro de ellos mexicanos, quienes murieron por asfixia mientras eran transportados ilegalmente en la caja de un trailer.

El caso simboliza la dificultad que representa para los inmigrantes indocumentados llegar con vida a Estados Unidos; del mismo modo, retrata la ineptitud de las autoridades de aquel país que, sea por corrupción u omisión, permiten el paso de vehículos con inmigrantes que por razones obvias viajan en condiciones deplorables y muchas veces suicidas.

¿A qué se enfrenta un migrante que decide ir sin papeles hacia el país del norte? Este tránsito es complejo en todas sus aristas. El transporte tiene un alto costo económico, los riesgos del camino ponen peligro su vida y la amenaza de captura le acompaña como una sombra.

Los inmigrantes latinos llegan a Estados Unidos porque desde los empleadores existe una fuerte demanda de mano de obra barata. Del mismo modo, los mexicanos que logran construir su vida de aquel lado comprueban que en Estados Unidos alcanzan en poco tiempo un nivel de vida que en México no podrían lograr con años de trabajo. Es una lógica aparentemente funcional, pero que parece ignorar las complejidades del trayecto de los inmigrantes hacia el llamado “sueño americano”.

Así pues, pasan los años, gobiernos e iniciativas, pero poco es lo que ha cambiado en la situación para los migrantes, quienes viven un constante dilema. Por un lado, tienen la opción de hacer el viaje y dejar sus vidas a merced de las bandas de criminales que los transportan, exponerse a abusos en el trayecto y a ser capturados. Por otro, pueden permanecer en la violencia y pobreza de sus lugares de origen.

El Estado mexicano tiene una grave responsabilidad por ser incapaz de mantener a los compatriotas en el país ante la pobreza, falta de opciones educativas y de oportunidades. Por otra parte, el endurecimiento de las políticas migratorias en Estados Unidos es una muestra del desprecio hacia el rol fundamental que desempeñan los mexicanos en aquel país. Los migrantes merecen digno trato y reconocimiento en ambos lados de la frontera. Que la tragedia no sea en vano.

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