Si en algo cambió el rostro de México en las últimas dos décadas ha sido por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte. Hace 23 años se puso en marcha el acuerdo en medio de dudas sobre sus resultados. En una somera evaluación, el balance resulta positivo con sólo mencionar el nivel de intercambio comercial que se da entre México y Estados Unidos, que supera los mil millones de dólares diarios. A ello se suma que el país se ha convertido en uno de los mayores ensambladores de automóviles en el mundo.

Desde otra perspectiva, no se puede ocultar que el desarrollo no ha sido parejo, pues mientras hay regiones altamente industrializadas, otras se encuentran atrasadas y aisladas del beneficio del comercio. Además, los críticos al tratado usualmente cuestionan el poco apoyo que recibieron los productores del campo para enfrentar la liberalización del sector, y que la principal oferta competitiva del país sea su mano de obra barata.

Desde antes de su victoria en los comicios de noviembre pasado, Donald Trump fue un crítico del TLCAN y anticipó que rompería el acuerdo o lo renegociaría. Finalmente, el consenso se encamina a que el instrumento prevalecerá.

Si bien un arranque de Trump puede terminar con el acuerdo, de la misma manera autoridades mexicanas han expresado que no aceptarían un convenio desventajoso.

La largamente anunciada renegociación ya tiene fecha de inicio: el próximo 16 de agosto. Equipos de las tres naciones han previsto una agenda con trabajos que concluyan este 2017 o a principios de 2018. El objetivo es que el clima electoral en los países —especialmente en México donde habrá relevo presidencial— no contamine el proceso.

Las negociaciones se harán contra reloj para evitar que temas importantes se vuelvan rehenes de intereses y condicionantes políticas que pueden interferir en el diálogo constructivo. La rapidez, sin embargo, no debe generar un mal acuerdo. Siempre será mejor extender el diálogo que posteriormente lamentarse por una decisión adoptada con precipitación.

Luego de que empresarios, funcionarios y diversos sectores han expresado que con el Tratado se obtienen más beneficios que daños, el clima es ideal para modernizarlo.

EL UNIVERSAL ha documentado que incluso el secretario de Comercio estadounidense, Wilbur Ross, conoce de las bondades del TLCAN, como fundador y accionista de al menos ocho fábricas de autotopartes asentadas en territorio nacional.

La ruta que debe tomar el TLCAN tiene que ir en el sentido de fortalecer a América del Norte como región competitiva que concentra buena parte del producto Interno Bruto Mundial. El crecimiento y el desarrollo para avanzar en sociedades más igualitarias tiene que ser uno de los objetivos principales.

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