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El ánimo belicoso de Donald Trump contra México y los mexicanos, expresado de manera clara desde el arranque de su campaña y de forma un poco más moderada desde que ocupa la Casa Blanca, ha buscado ser combatido por la sociedad civil con acciones específicas. Una de ellas es la propuesta para dejar de adquirir productos estadounidenses, de manera especial aquellas marcas eminentemente ligadas al país vecino.

Puesta bajo la lupa de expertos, en lugar de causar un perjuicio a la economía estadounidense la propuesta podría resultar un balazo en el pie y traer resultados contrarios en la planta productiva mexicana.

Como ejemplo, el embotellador de productos Coca-Cola más grande del mundo es una empresa mexicana con presencia en América Latina y Filipinas. Dejar de comprar la bebida en poco afectaría a los intereses estadounidenses y en cambio representaría un duro golpe para los miles de empleados mexicanos que laboran en esa industria. El mismo caso se da con la marca estadounidense de cafeterías más conocida en el mundo; el operador en el país es de capital 100 por ciento mexicano y tiene presencia en varios países.

No es con ocurrencias o arrebatos como se puede hacer frente a eventuales embestidas comerciales de Washington.

Ambos países son parte del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, que tiene mecanismos para dirimir diferencias. Además, está en puerta una eventual renegociación de dicho acuerdo impulsada por el lado estadounidense con el argumento de que es un convenio desigual que les perjudica. Es extraño que después de 23 años de vigencia el gobierno de EU encuentre que el TLC es desfavorable.

El gobierno mexicano ha adelantado que está listo para iniciar las conversaciones y que ante cualquier señal de imposición de gravámenes a productos mexicanos, que impliquen la anulación del sentido del libre comercio, será preferible retirarse del tratado.

Una de las mejores acciones que se pueden emprender es desarrollar una política industrial, pues hasta ahora —contrario a lo que expresa Donald Trump— de los productos que México exporta, un bajo porcentaje tiene origen mexicano; dominan los componentes estadounidenses.

El país requiere pasar de ser una economía todavía mayormente maquiladora y exportadora de materias primas a desarrollar tecnología y manufacturas nacionales. Justo en ese momento se podría entonces hacer un llamado a preferir los productos nacionales por encima de los estadounidenses, mientras, no.

 

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