Siempre que comienza una gestión en alguna institución o dependencia se abre la posibilidad de continuar con los avances logrados, pero también de revertir y combatir problemáticas que empañan el desempeño de la institución.

El día de ayer, con el nombramiento de Javier Acuña como nuevo presidente del Inai para el periodo 2017-2020, a este instituto se le presenta la gran oportunidad de consolidarse como un pilar para la incipiente democracia mexicana.

Grandes retos que exigen una solución a mediano plazo se le plantean de entrada a Acuña, entre ellos la exigencia —que diversas organizaciones civiles han esgrimido— de una plena y comprobada autonomía de este instituto de los poderes Ejecutivo y Legislativo.

En esta segunda etapa como organismo autónomo, el Inai debe salvaguardar su autonomía y credibilidad, manchadas desde su origen por diversas acusaciones sobre un arreglo de cuotas en el Senado para la integración de los consejeros.

Aunado a ello, deberá gestionar para que el fracaso de la Plataforma Nacional de Transparencia —que debió agrupar a los más de ocho mil sujetos obligados a brindar información a nivel nacional— pueda enmendarse y ésta se convierta en verdad en una herramienta eficaz para la rendición de cuentas.

En su último informe Ximena Puente, ahora ex presidenta de este instituto, señaló que se habían presentado 74 denuncias ante la Auditoría Superior de la Federación por incumplimiento en la entrega de información. Ninguna de ellas ha sido causal de un castigo ejemplar por parte de la ASF.

Baste lo anterior para ejemplificar que la cooperación interinstitucional es un rubro en el que también se debe trabajar y algo en lo que se debiera hacer especial énfasis: el Inai es sólo una parte del gran mecanismo para transitar con paso firme hacia un pleno Estado de Derecho; si los demás engranajes se resisten a moverse de nada servirán los esfuerzos aislados.

Es necesario que las demás instancias, en principio las relacionadas con la transparencia en el uso de recursos públicos y de impartición de justicia, operen en la misma ruta.

Mientras otras instancias —como la Suprema Corte de Justicia de la Nación— le corrijan la plana al Inai, la credibilidad de esta institución continuará siendo minada, en el peor de los casos pasando a ser una parte más de la burocracia mexicana.

El Inai no se puede dar el lujo de perder la frágil confianza del ciudadano. Debe trabajar para ocupar el lugar que le toca como un actor preponderante en el combate a la corrupción y para ello debe mantener intacta su autonomía. Es una tarea que puede enfatizar el recién nombrado presidente, quien contribuiría a sentar las bases para un sistema político si no plenamente transparente, sí menos opaco.

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