Cuando cualquier gobierno pide comprensión a medidas “dolorosas, difíciles e inevitables”, lo menos que se demanda es una actitud de acompañamiento para repartir el peso de la carga.

Desde el primer día de este año se paga hasta 20% más por cada litro de combustible, así como por la energía eléctrica; aumentos que tienen un impacto directo e indirecto en el precio de muchos de los artículos de consumo diario. Los usuarios de servicios y consumidores de los productos tienen que ajustar su presupuesto, suprimir algunas compras o reducir otras. En la administración pública, en cambio, no ha sido así, al menos de enero a noviembre de 2016. Información que publica hoy EL UNIVERSAL refiere que en ese periodo no todas las dependencias gubernamentales disminuyeron el gasto en servicios personales que incluyen principalmente sueldos, salarios, dietas, honorarios y prestaciones.

A pesar de que en el año que concluyó debieron de prevalecer la austeridad y los recortes presupuestales, en las secretarías de Relaciones Exteriores, Energía, Comunicaciones y Transportes, Gobernación, Educación, Salud y Marina, así como la PGR, la Comisión Reguladora de Energía y la Comisión Nacional de Hidrocarburos se destinaron más recursos para servicios personales que en 2015. ¿Dónde quedó el compromiso con una disminución del gasto?

Aunque en el resto de las oficinas gubernamentales se reportó un recorte en el presupuesto y se apretaron el cinturón en materia de servicios personales, el gasto total del gobierno en los primeros 11 meses de 2016 había llegado ya a 4.5 billones de pesos, con lo cual al cierre de diciembre el gasto quedará por arriba de los 4.7 billones de pesos, a pesar de que este fue el monto aprobado por la Cámara de Diputados.

Por las cifras, parece que estaríamos ante dos países distintos. Uno en el que no hay más opción que apretarse el cinturón y otro en el que no ocurre nada si, por el contrario, hay derroche.

El sector empresarial fue duro hace unos días cuando pidió gasto austero, menor gasto corriente, disminución de privilegios para los funcionarios, castigo severo a la corrupción, entre otras demandas. Si se convoca a enfrentar escenarios complejos con unidad, hay una parte que no está siendo corresponsable.

No es nada sano tener un gobierno obeso y despilfarrador, mientras la población se ve afectada en el bolsillo. Las acciones que se tomen en materia de austeridad y eficiencia en el manejo del presupuesto deben ir acompañadas con rendición de cuentas. Para que el llamado no se haga al vacío, se requieren hechos, no declaraciones.

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