Con la llegada de Barack Obama a la Presidencia de Estados Unidos en 2008, y a lo largo de los siguientes ocho años, la configuración geopolítica mundial se ha transformado notablemente. Ya sea que hablemos de la reanudación de relaciones diplomáticas con Cuba, de su defensa de la lucha contra el cambio climático o del acuerdo nuclear con Irán, pasando por la negativa a intervenir con tropas en Siria, entre otras, sus directrices marcaron una gran diferencia respecto a sus antecesores, y un parteaguas en la historia reciente. La herencia de este mandatario, para EU y para el mundo entero, es sencillamente incuestionable.

Hacia el interior, políticas de corte social como la reforma de salud, el Obamacare, que en su momento costó mucho sacar adelante, marcaron su presidencia y se han reflejado positivamente en la vida de millones de personas. Además, y pese a la crisis de 2009, la administración Obama cierra, hasta noviembre de 2016, con una tasa de desempleo de 4.6%, a diferencia de la de 10% de 2009, según datos del Departamento del Trabajo de Estados Unidos.

No obstante la envergadura de lo anterior, a escasos 12 días de la transición de gobierno en EU, que dará fin a la era Obama y comienzo al gobierno de Donald Trump, el legado del primer presidente afroamericano de EU, tanto en el ámbito interno como en el escenario internacional, se encuentra en entredicho, si no es que en franco riesgo de ser destruido por el magnate neoyorkino.

Aunque es claro que Trump —y con él los republicanos, que tendrán dominio sobre las dos cámaras legislativas— intentará marcar la diferencia en prácticamente todos los ámbitos respecto a su antecesor, habrá que ver si su retórica explosiva sobre desmantelar los grandes proyectos de Obama se traduce en cambios reales —para los cuáles el magnate sí posee, por ahora, el andamiaje político e institucional— mismos que podrían acarrearle gran impopularidad dentro y fuera de EU.

En relación a México, por ejemplo, los amagos de Trump por reconfigurar o inhabilitar el TLCAN también se verán en grandes dificultades de concretarse, y de materializarse implicarán para Trump múltiples frentes de batalla. Lo mismo sus amenazas de deportar a millones de indocumentados.

A pesar de su total inviabilidad en el siglo XXI, es un hecho que Trump planea aplicar paradigmas económicos y comerciales del pasado, como el proteccionismo, pero justo por ello también deberá encarar el impacto humano que conllevaría su agenda.

Barack Obama deja la Casa Blanca con varias de sus promesas pendientes, otras inconclusas, en la mayoría de los casos por la inmovilidad a la que fue sometido por los republicanos o las complejas circunstancias que enfrentó. No obstante, su impronta queda para la historia, quién se encargará de juzgarlo.

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