Una de las principales inquietudes que genera la llegada de Donald Trump a la presidencia de Estados Unidos es si tiene un proyecto definido. La política exterior y la economía, dos asuntos cruciales en la relación con México, estarán en manos de perfiles que sobresalen por su capacidad empresarial y no necesariamente por sus méritos políticos, académicos o de servicio público.

La diplomacia desplegada hasta ahora por el republicano tiene como nota principal la buena relación con la Rusia de Vladimir Putin. En lo que tiene que ver con México, su mensaje ya no es sólo la construcción del muro, sino la amenaza a empresas globales que busquen invertir aquí. A esto se suma la promesa de renegociar las relaciones comerciales con nuestro país una vez que asuma el poder.

Un nuevo logro de la política económica de Trump es que la compañía automovilística Fiat Chrysler decidió invertir mil millones de dólares en Estados Unidos en lugar de hacerlo en México. Esta situación se parece a la renuncia de Ford a invertir mil 600 millones de dólares en San Luis Potosí, luego de que la empresa fue amenazada por Trump con costosos impuestos en caso de no reconsiderar su posición.

El republicano doblegó con sus presiones a dos empresas automovilísticas de prestigio internacional. Con estos ejemplos, posiblemente Trump pretende evitar el exilio de corporaciones extranjeras con presencia en aquel país, sin embargo lo cierto es que mantiene la hostilidad contra México y su capacidad económica. La consistencia en sus posturas no permite prever variaciones en el futuro.

Más allá de las consecuencias económicas de estas decisiones, relevantes por sí mismas, cabe la pregunta sobre nuestra capacidad institucional para afrontar una realidad en la que el principal socio económico evidencia repetidamente un desprecio no visto antes en la historia reciente de la relación bilateral. ¿Estamos preparados para ello?

Toyota, el fabricante japonés de autos, también sufrió la ira de Trump, aunque de manera clara le contestó que su decisión de invertir cerca de mil millones de dólares en Guanajuato no pondría en riesgo los empleos que la misma empresa genera en Estados Unidos. A través de una postura valiente y firme, Toyota insistió en su disposición de construir en México su planta ensambladora.

Por lo visto hasta ahora, el proyecto político y económico de Trump pasa por el proteccionismo y la cerrazón. Tenemos dos ejemplos cercanos de cómo se reacciona ante los abusos externos, ante los cuales México no puede doblegarse. Es la oportunidad de poner la dignidad por delante.

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