Hay decenas, quizá centenas, de poblaciones a lo largo del país, en las que en medio de la marginación sobresalen calles pavimentadas y casas estilo californiano. Quienes financiaron esas casas no viven en ellas, sólo sus familias, pero mes con mes envían dinero para la manutención de esposas e hijos, y para la construcción de la vivienda.

Durante varias décadas esas aportaciones de mexicanos que trabajan en Estados Unidos han sido una virtual válvula de escape que ha servido para paliar las carencias económicas y sociales de amplias zonas del país.

Ahora, tras el triunfo de Donald Trump en las pasadas elecciones presidenciales de Estados Unidos, la situación puede ser bastante diferente. En su campaña, el republicano dijo que ocuparía el dinero de las remesas para financiar la construcción de un muro en la frontera. Si bien, autoridades financieras consideran poco probable que confisque los recursos, coinciden en que podría imponerle un impuesto al envío de dinero.

En los primeros nueve meses del año los mexicanos en el exterior enviaron poco más de 20 mil millones de dólares, y para los siguientes meses se espera un crecimiento inusual por la incertidumbre que Trump ha generado. También aquellos que tenían un plan para migrar en 2018, seguramente querrán acelerar el cruce antes de un eventual endurecimiento en cruces fronterizos y de fortificación de la frontera.

Previo al inicio de gobierno de Trump, que será en poco menos de dos meses, y durante los primeros días o semanas de su administración, es probable un incremento en el envío de remesas y en el flujo migratorio, pero ya debidamente instalado se conocerá de manera cierta si el republicano cumplió lo que anunció en campaña o suavizará su postura —como hasta cierto punto parece estarlo haciendo en otros temas, de acuerdo con sus declaraciones.

¿Existe un plan para enfrentar el peor de los escenarios en materia migratoria y de remesas? Prever desde ahora un ambiente hostil facilitará en el futuro la defensa de connacionales. Apostar a un cambio de actitud en el presidente electo estadounidense sería lo peor que se puede hacer.

La incertidumbre actual sobre los millones de mexicanos que viven en Estados Unidos debe servir para recordar las causas por las que migraron: pobreza y falta de expectativas para obtener un empleo con salario digno y prestaciones sociales.

De darse las deportaciones, habrá quienes lleguen con resentimiento a su país de origen y probablemente sólo para descubrir que además de la pobreza hay un nuevo problema al que se enfrentarán: la inseguridad. Desde ahora deben preverse acciones para reintegrarlos a sus comunidades. Se trata de sumar no de comenzar a restar.

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