Se retiró ayer de la contienda por la candidatura presidencial republicana Ted Cruz, el único que tenía alguna posibilidad de vencer a Donald Trump rumbo a la nominación del también llamado “gran viejo partido”. Ahora el empresario se queda a competir únicamente con John Kasich, un político con cero posibilidades de derrotar al empresario en los procesos de selección locales que aun quedan antes de la designación oficial de candidato, en julio próximo.

¿Es 100% segura la designación de Trump como candidato presidencial del partido republicano? En teoría no, porque en el peculiar modo de selección estadounidense, las votaciones de los militantes son sólo una referencia para que sea durante la convención cuando los líderes del partido escojan a su representante en la contienda por la Casa Blanca. Sin embargo, decidir en contra del voto de las mayorías implicaría un desaire monumental hacia la base partidista, lo cual se vislumbra imposible.

Hasta ayer Trump tenía el doble de delegados (representantes del voto en cada estado) que Cruz, pero eso era suficiente para que algunos dirigentes republicanos plantearan la posibilidad de oponerse al magnate incluso si tenía más sufragios al final. Por ello, sólo doce de los 300 congresistas y tres de 31 gobernadores miembros del partido habían públicamente apoyado a Trump, con todo y su enorme ventaja en las encuestas y en el voto de cada estado.

A partir de hoy es previsible que todo cambie a favor del empresario neoyorkino. Recibirá el reconocimiento de los funcionarios y legisladores republicanos; será alabado por las figuras del partido más emblemáticas (so pena de ser acusados de trabajar a favor de la causa demócrata) y comenzará a construir un discurso de unidad conservadora.

Para muchos mexicanos podría parecer inconcebible hasta dónde ha llegado un hombre que ha dicho tantas barbaridades, desde la locura de construir un muro en la frontera con México —pagado por este país—, hasta decir que el concepto del calentamiento global fue creado por los chinos para disminuir la competitividad de la manufactura estadounidense. Sin embargo, así como en países como México la gente está harta de los políticos tradicionales, lo mismo ocurre en Estados Unidos. Ser ajeno al establishment, a la cúpula de Washington, es en sí mismo una virtud por encima de otros defectos.

México cometería un error en desestimar la posibilidad de un xenófobo en la presidencia estadounidense y peor aun sería combatirlo abiertamente. Reforzar la unión que ya existe entre ambas naciones en todos los niveles es la mejor estrategia para combatir a quienes desean destruir ese vínculo.

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