Una buena parte de los recursos que ejercen las entidades del país provienen de las transferencias federales; sin éstas, su situación financiera se complicaría. Son pocos los estados que registran importantes entradas de recursos adicionales a las participaciones que asigna el gobierno federal.

Debido a los vaivenes financieros, se han creado fideicomisos para enfrentar etapas de estrechez económica. Justo ahora el país se encuentra en una de estas, ante una menor entrada de recursos por venta de petróleo. Por primera vez en siete años se tendrán que usar recursos ahorrados en el Fondo de Estabilización de los Ingresos para las Entidades Federativas como consecuencia de una caída —en el primer bimestre— de 12 mil millones de pesos en las participaciones federales, lo que equivale a casi la tercera parte de los recursos que acumula dicho fondo.

El fondo se constituyó en 2009 para ahorrar cuando el precio del petróleo fuera alto y contar con ingresos que compensarían menores transferencias durante tiempos no tan favorables. ¿Qué pasará si la crisis de bajos precios de petróleo se mantiene más tiempo del estimado y el dinero del fondo comienza a escasear? ¿Los estados comenzarán a presionar al gobierno federal por mayores recursos? Depender totalmente de las transferencias federales no es la mejor estrategia que deben adoptar los estados a la hora de allegarse recursos. Por el contrario, de acuerdo con expertos, es momento de que comiencen a considerar incrementos en impuestos locales como el cobro del predial y del agua para compensar la disminución de recursos disponibles, además de apretarse el cinturón con programas de ahorro y austeridad, así como con la eliminación de gastos superfluos.

Una de las decisiones que deberán evitar los estados es allegarse recursos por medio de créditos bancarios. La contratación de deuda, en medio de condiciones poco transparentes, ha llevado a varias entidades a hipotecar su futuro económico.

A pesar de la situación económica, en el país hay estados con situaciones opuestas. Por un lado hay regiones prósperas con crecimiento superior al que registra el promedio nacional y por el otro se encuentran zonas atrasadas, con la mayor parte de la población sumida en la pobreza. En unas hay generación de riqueza, mientras otras están a la espera de apoyos para paliar los rezagos. La situación actual es propicia para que aquellos estados más atrasados comiencen a planear estrategias —acompañados del gobierno federal— que detonen el crecimiento, pero en todos los gobiernos locales debe ser época de ahorro y moderación, y de un ejercicio transparente del gasto.

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