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Ningún bebé debería ser criado por una niña y ninguna menor de edad tendría que tener esa carga. El embarazo adolescente es un lastre de toda la sociedad porque, incluso si es deseado, no hay manera de que el proceso de desarrollo biológico y familiar de quienes incurren en él pueda llegar a ser óptimo.
En México hay 22 millones de adolescentes, de las cuales una de cada cinco tiene vida sexual activa. Como consecuencia de esto en promedio cada año 400 mil niñas y jóvenes de entre 10 y 19 años quedan embarazadas. Es la tasa más alta en natalidad en ese rango de edad, con 64.2 casos por cada mil nacimientos, de acuerdo con Naciones Unidas. Una epidemia, lo califican los especialistas en la materia.
La pobreza generalizada, la aceptación del matrimonio infantil en comunidades rezagadas, la presión familiar y la deserción escolar son las principales causas. Expertos añaden que en años recientes surge un nuevo factor: el deseo explícito de algunas niñas y jóvenes de convertirse en madres, como si la maternidad fuera una experiencia más para presumir.
Hay una paradoja en este siglo XXI: la anticoncepción de emergencia fue incluida dentro del cuadro básico de medicamentos desde 2005; ha aumentado la apertura con la que se habla de sexualidad; el analfabetismo es menor que nunca antes; el acceso a internet se ha masificado, así como la información que se provee a través de los medios de comunicación... pero eso no evita que los embarazos de menores de edad sigan ocurriendo. El porcentaje de embarazos en mujeres menores de 20 años se mantiene en los mismos niveles de hace dos décadas.
¿Cómo explicar que 95% de las adolescentes conoce alguno de los muchos métodos anticonceptivos que existen y a pesar de ello 9 de cada 10 tuvieron su primera relación sexual sin protección? El mensaje de las autoridades de salud no está llegando, o no ha sido transmitido adecuadamente.
Una vertiente más difícil de evaluar que el número de condones repartidos en clínicas del sector salud, es el de la educación dentro de los hogares. En la escuela se imparten cursos, ¿pero la información puede permear en adolescentes cuyas familias están desintegradas?
La adquisición de convicciones no se da en cursos. Se obtiene en los primeros años de vida, cuando niños y niñas absorben las experiencias de su entorno inmediato.
Sin importar cuánta información exista en internet o en folletos en clínicas de salud, el embarazo adolescente sólo parará cuando quienes incurren en él estén convencidos de su inconveniencia. Ni gobierno ni maestros pueden lograrlo solos.
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