Desde la crisis económica de 2008 casi cada año en Mexico ha sido de ajustes y medidas de austeridad. Los funcionarios urgen a la gente a apretarse el cinturón y a ser pacientes con los exiguos presupuestos, sin tomarse la molestia de ellos mismos dar el ejemplo.

Después de que se revocara el contrato para el tren de alta velocidad México-Querétaro, Gerardo Ruiz Esparza, secretario de Comunicaciones y Transportes, y dos miembros más de su equipo, viajaron a China para dar explicaciones a la empresa de ese país que tenía, hasta unos días antes, el contrato ganador.

Los tres funcionarios se hospedaron en el hotel China World Summit Wing, donde cada habitación por noche cuesta entre seis mil y 12 mil pesos. Los boletos de avión costaron 605 mil pesos. Quince días después los servidores públicos volvieron por tres días a China con el mismo objetivo. Ambos viajes costaron, incluyendo boletos de avión y hospedaje, casi 1 millón 200 mil pesos. ¿Era necesario pagar esas tarifas?

En suma, la disculpa o lo que sea que los funcionarios hayan hecho en China tuvo un costo millonario. El caso es apenas uno de los 237 viajes internacionales que realizaron 38 funcionarios públicos.

Los excesos consisten en boletos de avión que superan los 250 mil pesos para llegar a lugares como China o los Emiratos Árabes. Facturas de hospedajes de 90 mil pesos por cuatro días en Japón o 50 mil por nueve noches en dos hoteles ubicados en el corazón de Nueva York y comidas por 20 mil pesos en París y Londres.

Una de las principales razones por las que la población suele manifestar repudio hacia los políticos en las encuestas es porque los integrantes de las cúpulas de los partidos y los gobiernos hacen constante gala de un estilo de vida privilegiado. Hacer esto en tiempos en que exigen austeridad al resto de la población no solo es incongruente. Es un insulto.

Si en el recorte próximo se anuncia que entre los gastos a disminuir se añadirán bonos salariales, viáticos, gastos en vuelos de avión, entre otros, no sólo se obtendría un ahorro significativo en el erario, sino también una muestra de solidaridad con los tiempos difíciles que ya de por sí vive una enorme franja de la población en México.

¿Quién levanta la mano para poner el ejemplo? No lo ha hecho el Legislativo, ni el Judicial, menos el Ejecutivo en ninguno de sus tres niveles. El descrédito de la clase política parte de que ésta se asume como una casta por encima del resto.

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