Ayer, por primera vez en más de 70 años, se abrió la puerta a particulares para participar en la exploración y producción de bloques petroleros marinos. Fue la culminación de la reforma energética que, contrario a lo que pudiera pensarse, no concluyó con el cambio en la Constitución.

Con gran expectativa inició el proceso con el cual se validaron las propuestas económicas de empresas licitantes que pugnarían para acceder a los 14 bloques en aguas someras que ofertó el Estado. Fue el primer ejercicio de este tipo y apenas se colocaron dos de los 14 bloques. Sin embargo, se cubrió la expectativa de piso parejo y rigor que se esperaba desde que se dieron a conocer las bases de las licitaciones hace ya casi siete meses.

Hay que destacar ese hecho, lo inédito del proceso, porque la falta de experiencia en México pudo haber resultado en un ejercicio con impugnaciones, retrasos o cancelaciones. Que ello no ocurriera ofrece a los posibles nuevos jugadores certeza sobre su inversión.

Esa era la principal duda tratándose de México, no sólo por la inexperiencia, sino por el riesgo de laxitud legal que caracteriza a las instituciones en países en desarrollo.

Se esperaba colocar más campos, no sólo dos como finalmente ocurrió. Hay que tomar la Ronda Uno también como una lección de que la rigurosidad del proceso de licitación y la protección del Estado frente a posibles abusos del capital privado no debe llegar al punto de inhibir la inversión. Con ajustes, y sin desproteger los candados fundamentales de protección de la soberanía sobre las riquezas naturales, habría que definir cómo lograr procesos más concurridos.

Se dijo desde la discusión de la reforma energética en el Congreso: la industria de los hidrocarburos es muy competida. Países en todos los continentes pugnan entre sí por ser más atractivos para la inversión. México no puede ser la excepción.

El aprendizaje también va para los detractores de la inversión privada en el sector petrolero. Contrario a la crítica de que las empresas transnacionales se agolparían para despojar a la nación de su riqueza natural, de las 25 compañías calificadas para participar —entre ellas las extranjeras Chevron, Exxon, Petrobal, entre otras— únicamente nueve formaron parte del proceso. El negocio es potencialmente muy lucrativo, pero los riesgos son del mismo tamaño. Esa es la razón por la cual Pemex no podía simplemente salir a explorar a cualquier parte del territorio y extraer sin garantías de rendimiento. El costo era muy grande.

Siguen ahora otras cuatro licitaciones de la Ronda Uno, y más en años siguientes. Tiempo para ajustar y cumplir con las promesas de prosperidad.

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