¿Por qué un hombre de 74 años de edad está ‘prendiendo’ a los votantes estadounidenses de entre 18 y 35 años? Estos jóvenes, nacidos en el umbral del siglo XXI, se sienten identificados con el discurso y la trayectoria política del senador Bernard Sanders, un hombre que nació en 1941, quien podría ser su abuelo, y que además se declara socialista en la catedral del capitalismo.

La generación del milenio resuena más con valores que tienen que ver con la equidad y la justicia que con la codicia y la desigualdad. Además la demografía juega a su favor: más de dos tercios del electorado estadounidense es joven, femenino, afroamericano, latino o asiático, enojados porque la precarización laboral y la brutal concentración de la riqueza y del ingreso erosionan su horizonte de movilidad social ascendente.

En Estados Unidos (y en México también) la mayoría de la clase política, de la comentocracia y de la cúpula de los negocios, se encargan de desacreditar a cualquier candidato que rompa con las reglas no escritas del establishment. Sin embargo, nuestros vecinos del norte, una y otra vez, han elegido a candidatos improbables, apartándose del dictum del poder.

Como nos recuerda el cineasta Michael Moore, un país de mayoría blanca, protestante y anglosajona eligió al católico John F. Kennedy como presidente en 1961. Se decía que no podría ser electo un candidato del sur profundo, y Jimmy Carter, originario de Georgia, entró a la Casa Blanca en 1977. Después se dijo que un hombre divorciado y vuelto a casar no podría ocupar la silla presidencial y sin embargo Ronald Reagan fue presidente de 1981 a 1989. También se aseguraba que un hombre que no hubiese servido en las Fuerzas Armadas (y que además confesara públicamente haber probado la marihuana, aunque ‘sin inhalar’) carecía de toda oportunidad, y Bill Clinton fue presidente de 1993 a 2001.

Y en 2009, lo impensable: un hombre afroamericano, Barack Hussein Obama, contra todo pronóstico derrotó a la más poderosa maquinaria política dentro del Partido Demócrata y venció en dos ocasiones a candidatos blancos, anglosajones y protestantes del Partido Republicano.

En las elecciones presidenciales del 8 de noviembre de 2016 podría llegar a la Casa Blanca la primera mujer en la historia de Estados Unidos, Hillary Clinton. Pero se empieza a hablar de un escenario antes considerado totalmente imposible: que Sanders se convierta en el abanderado demócrata y eventualmente en el presidente 45 de Estados Unidos.

Sus rivales insisten en que él ‘no es elegible’, quizá porque Sanders votó en contra de los privilegios fiscales para los ricos, rechazó la guerra en Irak, se pronunció en contra del TLCAN, y a favor del reconocimiento del matrimonio entre personas del mismo sexo. Con todo, las encuestas señalan que Sanders derrotaría a Trump incluso de manera más contundente que Hillary Clinton.

El círculo del poder no va a soltar sus privilegios. Los poderosos necesitan candidatos ‘pragmáticos’ y ‘realistas’, o sea, que acepten la economía oligopolizada, la política secuestrada por los políticos, y la sociedad polarizada como el estado natural e inmutable de las cosas.

A partir de su extraordinario desempeño en Iowa, a Sanders le espera un camino muy cuesta arriba. Cada palabra que pronuncie y cada paso que tome serán objeto de profundo escrutinio.

Un hombre de pelo blanco, en el estado más blanco de Estados Unidos, es hoy quizá el único dirigente político que entusiasma a los electores, y sobre todo a quienes representan el futuro.

Gane o pierda la candidatura y la elección, Sanders representa una bocanada de aire fresco en la política estadounidense. ¿Quién será el Sanders mexicano en 2018?

Profesor Asociado en el CIDE.

@Carlos_Tampico

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