La semana pasada, después de una salida en falso, el Senado de Estados Unidos aprobó el voto de procedimiento que permitirá el debate y voto de la llamada autoridad fast track (Trade Promotion Authority o TPA). Este instrumento le otorga atribuciones al Ejecutivo estadounidense para cerrar negociaciones comerciales internacionales y autoimpone al Congreso la obligación de ratificar o no, en paquete y de manera integral, lo negociado. Como muchos lectores recordarán, la Casa Blanca tuvo que obtener hace dos décadas esa misma autorización para iniciar las negociaciones del TLCAN, así como las de todo tratado comercial que EU ha suscrito desde entonces. ¿Por qué es importante que el TPA avance en el Capitolio? En caso de que esta iniciativa de ley sea aprobada tanto en el Senado como en la Cámara de Representantes, paso que por cierto se antoja mucho más difícil en este recinto legislativo que en el Senado, el presidente Obama podrá encarar la fase final de las negociaciones del Acuerdo Transpacífico (TPP) con suficiente capital diplomático como para cerrar capítulos clave que aún están sobre la mesa, particularmente en los sectores automotriz y agropecuario con Japón. Dará además a las otras 11 naciones de la cuenca del Pacífico que negocian con EU la certidumbre de que lo acordado no será desmenuzado y revertido por los intereses individuales —parroquiales y políticos— de cada uno de los 100 senadores y 435 representantes estadounidenses.

México, junto con nuestros dos socios norteamericanos, Canadá y EU, y dos de la Alianza del Pacífico, Perú y Chile, tiene mucho en juego con el TPP y por ende con la aprobación misma de TPA en el Congreso estadounidense. Primero, porque el TPP ayudará a modernizar el marco regulatorio del TLCAN sin tener que renegociarlo, lo cual, por la compleja dinámica política prevaleciente en Washington y en las relaciones tanto de México como de EU con Canadá, sería como meternos un autogol. Segundo, el TPP profundizará uno de los logros más significativos del TLCAN: la consolidación de plataformas de proveeduría y producción conjuntas en Norteamérica, aumentando con ello los porcentajes de participación norteamericana en el comercio global vía Asia Pacífico. Tercero, permitirá a aquellos que formemos parte del TPP seguir construyendo un sistema de comercio internacional del siglo XXI basado en reglas. Cuarto, la conclusión exitosa del TPP podría ser como echar Drano en las tuberías de la incipiente pero atorada negociación del acuerdo comercial entre EU y la Unión Europea (TTIP), de paso haciendo aún más evidente que tanto México —que ya tiene un acuerdo comercial con la UE— como Canadá —que ha terminado de negociar el suyo con Bruselas— debemos integrarnos más temprano que tarde al TTIP. Y quinto, y en mi opinión quizá lo más relevante, porque al final del día, al igual que el TLCAN en su momento, el TPP es más que un acuerdo comercial meramente; es una apuesta con profundas implicaciones estratégicas a largo plazo para México y para nuestros socios comerciales en el hemisferio, tanto norteamericanos como sudamericanos.

No podemos ni debemos escondernos detrás del discurso de que los acuerdos comerciales sub-regionales, como la Alianza del Pacífico, o mega-regionales, como el TPP, se tratan solamente de eliminar barreras al comercio, potenciar flujos comerciales y detonar crecimiento económico vía las exportaciones. Si bien es entendible que así se pretenda articular pública e incluso diplomáticamente, debemos reconocer sin ambages que estos acuerdos son una jugada de realineamiento geopolítico fundamental para los intereses nacionales de países que comparten los objetivos de alcanzar un nuevo marco regulatorio internacional basado en criterios y códigos de conducta para este siglo, y no del pasado. Eso sí, no pueden ni deben ser excluyentes: se trata de articular asociaciones abiertas entre naciones que quieran estar en ellas, y no asociaciones cerradas, diseñadas para marginar a los que no están. Pero en un entorno global mucho más fluido, más conflictivo y con retos crecientes, provenientes tanto de actores estatales como no estatales a la seguridad internacional, el entramado que generan acuerdos como el TPP entre las naciones participantes se erige en uno de los mejores diques a la inestabilidad y un importante instrumento de fomento a la confianza internacionales. La aprobación del TPA en el Congreso de EU, y subsecuentemente del TPP, resultan claves para la agenda de crecimiento mexicana, pero también lo son para nuestros intereses geoestratégicos globales. Asumirlo y articularlo así es como dejar de jugar canicas para comenzar a jugar ajedrez.

Embajador de México
@Arturo_ Sarukhan

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