Parece inverosímil, pero nuestra pequeña familia ha dado tres nuevos ciudadanos a Estados Unidos en menos de tres meses. Quizás es un número insignificante frente al total de más de 300 millones de ciudadanos en este país, pero para nuestra familia nuclear de cinco personas, es un número exorbitante, y su incorporación a esta tierra también dice mucho sobre el futuro del país.

Para empezar, mi esposa Alejandra, originaria de Guerrero, juró como ciudadana la semana pasada en un tribunal de Washington DC, después de 22 años viviendo en EU. Fue parte de un grupo de 150 personas de todas las edades, razas y orígenes que aceptaron ser ciudadanos de EU ese día. Había gente de Etiopía y Togo en África, de El Salvador y Brasil en las Américas, de Taiwán y la India en Asia y de Francia y Alemania en Europa, y de una docena más de países. No sólo fue un momento emocionante, sino también un recordatorio de que EU es un país compuesto por otros países, por la confluencia de personas llegadas de otros lados del mundo. Es un país construido, desde sus orígenes, sobre la pluralidad.

Apenas hace dos meses tuvimos mellizos que por nacimiento son ciudadanos de EU. Nacieron en una familia binacional y multirracial, con una madre de origen mexicano, un padre de origen estadounidense y danés, una tía paterna afroamericana y dos tías y una abuela maternas muy mexicanas. Viven en un barrio de Washington donde conviven distintas culturas y razas, y si siguen los pasos de su hermana mayor, de ocho años, asistirán a la escuela pública donde van por igual hijos de abogados y taxistas, economistas y obreros, blancos, negros, latinos y asiáticos, musulmanes, judíos, católicos y protestantes, incluyendo un gran número de hijos de inmigrantes. EU es, a final de cuentas, un país construido sobre la pluralidad.

Pero esta pluralidad también tiene sus desafíos y desventuras. Ahora todos los niños de tercer grado en la escuela de nuestra hija mayor parecen muy similares, independientemente de sus circunstancias familiares y socioeconómicas, y la mayoría terminarán sus estudios e irán algún día a la universidad. Pero también sabemos, por las estadísticas, que los que vienen de familias con menos recursos enfrentarán más retos para seguir estudiando y presiones para trabajar a temprana edad. Sabemos también que los niños varones afroamericanos y africanos tendrán más posibilidad de ser víctimas de un crimen o inclusive de violencia policiaca, y que los hijos de indocumentados vivirán con la incertidumbre de si sus familias serán deportadas. Si bien EU es un país construido sobre la pluralidad, aún existen muchas desigualdades dentro de este experimento sobre la diversidad.

Hoy en día estamos viviendo una campaña política en que están surgiendo voces que creen que la pluralidad no es un elemento positivo para el país, sino un lastre, y que habría que homogeneizarnos más. Parecía que habíamos superado ese debate, ya que en 2008 EU eligió a un presidente afroamericano, hijo de un inmigrante africano y una estadounidense blanca, con una media hermana de ascendencia indonesa; es decir, la primera familia de la nación es tan diversa como la sociedad misma. Aún más, ya hay dos gobernadores de ascendencia mexicana y dos de ascendencia hindú, todos republicanos, y varios senadores afroamericanos, latinos y blancos de ambos partidos. Los precandidatos presidenciales de este año venían en todos los colores y de ambos géneros, igual que los votantes.

Pero seguimos enfrentando cuestiones básicas sobre cómo aceptar y celebrar nuestros orígenes plurales y diversos como país. Mientras EU cambia y cada vez más refleja su pluralidad de raíz, también hay fuerzas que empujan en el sentido opuesto, que abanderan la oposición a la migración, la idea de en una cultura homogénea, la oposición a religiones distintas.

Es claro, sin embargo que la inercia a largo plazo está del lado de la pluralidad, de los 150 nuevos estadounidenses nacidos en todo el mundo que aceptaron su ciudadanía la semana pasada en la capital del país, con los dos bebes de ascendencia mexicana que nacieron en nuestra familia, con los millones de estadounidenses de todos los colores, orígenes nacionales y religiones que aman este país precisamente por su capacidad, imperfecta y desigual, pero muy real, de incorporar sus diferencias. La diversidad de Estados Unidos está más allá de discursos xenófobos y divisivos, solo hay que salir a la calle de cualquier parte del país para constatarlo.

Vicepresidente ejecutivo del Centro Woodrow Wilson

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