Cuando Ucrania ganó su independencia al caer la Unión Soviética en 1991, su futuro era bastante incierto. Tenía más de 40 millones de habitantes, una base industrial medianamente funcional y una identidad cultural que se había construido durante siglos, pero ninguna experiencia en ser un país autónomo y mucho menos democrático.

Los primeros veinticuatro años de su existencia no han sido fáciles para Ucrania, que ha vivido una serie de crisis económicas, una corrupción descarada de sus gobernantes y una amenaza constante desde Rusia. Pero en los últimos dos años, han habido algunos avances fascinantes que dan esperanza para el futuro del país y lecciones para los que vivimos en otros países que buscan fortalecer la democracia y la rendición de cuentas.

En noviembre de 2013, hace dos años, el entonces presidente del país, Viktor Yanukovych, decidió no firmar un acuerdo de asociación económica con la Unión Europea, por presiones del gobierno ruso y miles de jóvenes proeuropeos salieron a protestar esta decisión en la plaza central de la capital, el Maidan. Las manifestaciones pronto empezaron a tocar otros temas, como la corrupción y falta de transparencia en el gobierno del país.

A lo largo de tres meses, las protestas fueron subiendo de tono, y la represión del gobierno de Yanukovich fue aumentando, hasta que un día, en febrero 2014, los policías abrieron fuego contra los manifestantes, matando a más de cien. Fue una decisión brutal, pero también contraproducente, porque el régimen perdió su legitimidad y el presidente terminó un par de días después huyendo a Rusia.

Ucrania no es el primer o el último país en tener una revolución cívica a favor de la democracia en los últimos años, pero lo interesante es lo que ha sucedido después, con una sociedad creativa que ha ido empujando para fortalecer y transparentar el Estado.

Reconociendo que el déficit democrático en Ucrania se derivó en gran parte de un Estado discrecional en que había pocas reglas y transparencia, una coalición de grupos cívicos llamada Plataforma se ha dedicado a construir el entramado legal que regula al Estado, haciendo propuestas de ley en temas desde educación y salud, hasta energía y telecomunicaciones. Combinan buenas ideas con experiencia técnica para armar propuestas de ley y gestionarlas con los parlamentarios.

Tienen la ventaja enorme de que los políticos actuales deben su mandato a las protestas, que llevaron a elecciones nuevas, pero los activistas no confían en la buena voluntad de los representantes y siguen presionando para que cumplan sus propuestas. Un logro notable ha sido la creación, casi de cero, de una nueva policía nacional con auspicio de otros gobiernos, y de leyes que transparentan el gasto público.

Otra iniciativa cívica novedosa que emergió después de las protestas fue la de profesionalizar al gobierno, metiendo gente con experiencia en vez de los aparatchik de los partidos que muchas veces llenaban las oficinas de gobierno. Dan Pasko, quien ayudó a gestionar este esfuerzo, cuenta que la idea surgió de un grupo de ucranianos que habían estudiado en el extranjero, quienes empezaron a reunir la currícula de profesionistas respetados que podrían contribuir al nuevo gobierno.

Luego pusieron la información profesional de los candidatos en línea y dejaron que el público votara para elegir los profesionales que querían ver como secretarios y subsecretarios del gobierno. El nuevo gobierno terminó escogiendo a tres de los profesionistas de entre los mejor evaluados por el público para puestos claves del gabinete y, más importante aún, se vio forzado a nombrar otras personas de igual talento en el gabinete para no quedarse atrás del sentimiento público.

Hay un largo camino por delante para que los ucranianos puedan construir el Estado democrático que desean y muchos obstáculos de por medio, desde la corrupción habitual del sistema político, a la guerra de baja intensidad, pero constante, que Rusia mantiene en el este del país. Pero si Ucrania va a tener un mejor futuro, será porque los activistas que una vez se manifestaban en el Maidan ahora se han dado a la tarea de construir un Estado transparente y efectivo, convirtiendo buenos deseos en propuestas prácticas. Un caso a seguir del que habrá mucho que aprender.

Vicepresidente ejecutivo del Centro Woodrow Wilson

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