Algunos de ustedes recordarán la antigua serie de televisión “Viaje a las Estrellas”, que iniciaba con la frase “El espacio: la última frontera…nuestra misión: explorar nuevos mundos y civilizaciones hasta alcanzar lugares donde nadie ha podido llegar…”  Algo similar parecería estar sucediendo con las negociaciones del Acuerdo Transpacífico, conocido como TPP.  A finales de este mes tendrá lugar en Hawaii una reunión de los ministros de comercio de los países que están negociando este ambicioso acuerdo comercial y estará en juego ni más ni menos que el futuro del sistema comercial internacional.

Esto se debe al hecho de que el TPP es en este momento es la iniciativa comercial más ambiciosa a nivel global:  reúne a 12 países cuyas economías representan el 38% del Producto Interno Bruto (PIB) del mundo, 11% de la población global y 25% del comercio de nuestro planeta.  El TPP se está negociando en un entorno de poco crecimiento a nivel mundial y los expertos coinciden en que la región de Asia-Pacifico será el motor de la economía mundial en las próximas décadas.  De aquí al año 2050, Asia-Pacífico añadirá más de mil millones de habitantes a la clase media, y eso representa oportunidades de comercio e inversión que no van a estar disponibles en otras partes del mundo.

Para México, el TPP representa un eje fundamental en su estrategia de diversificación comercial, ya que a pesar de contar con una red de 10 tratados comerciales con 45 países, nuestro comercio sigue estando muy concentrado en América del Norte, en particular en EU, a donde se destina más del 80% de las exportaciones.  Con el TPP, México podrá consolidar y profundizar la relación con los cinco países con los que ya existen Tratados de Libre Comercio (EEUU, Canadá, Perú, Chile, y Japón), pero además establecerá esquemas de libre comercio con Australia, Nueva Zelanda, Singapur, Malasia, Brunei, y Vietnam.

Uno de los aspectos más importantes del TPP es que permitirá actualizar el TLCAN, acuerdo que fue negociado hace más de veinte años, y que se fortalecerá con la incorporación de disciplinas que simplemente no existían a principios de los años 90 en materia de comercio electrónico, empresas comerciales del estado y propiedad intelectual, entre otras.

Los ministros de comercio que se reunirán en Maui intentarán concluir un proceso de negociación sumamente complicado, cuyos orígenes se remontan a mediados de la década pasada, y al cual México ingresó en octubre de 2012, junto con Canadá.  En julio de 2013 Japón fue admitido a la mesa de negociación e inmediatamente se convirtió en protagonista dado el gran atractivo que representa su mercado, sobre todo para los productos agropecuarios.

Pero ¿por qué se considera que el TPP es mucho más que un tratado de libre comercio?  Hay que recordar que las negociaciones multilaterales en la Organización Mundial de Comercio (OMC) han permanecido en estado moribundo desde 2003, y cada reunión Ministerial de este organismo desde aquella fallida Ministerial de Cancún ha fracasado en su intento por avanzar las negociaciones de la denominada Ronda de Doha. Esta parálisis ha obligado a los principales países exportadores del mundo a perseguir estrategias bilaterales de negociación comercial y ha llevado inclusive a países como Japón y Corea - bastiones del proteccionismo en las últimas décadas del Siglo XX - a lanzarse de lleno en la negociación de acuerdos de libre comercio.  La negociación de TLCs se ha vuelto una tendencia mundial durante la primera década y media del Siglo XXI.   Entre los pocos pesos pesados que no han dado un vuelco hacia el libre comercio se encuentran la India, Brasil, y China, y estos dos últimos enfrentan un entorno doméstico de desaceleración económica sumamente preocupante para los próximos años.  No es casualidad.

Ante la parálisis de la agenda multilateral, el TPP ofrece la oportunidad de reescribir las reglas del juego, y convertir las disciplinas comerciales de última generación en el modelo a seguir para las negociaciones multilaterales en OMC.

Al igual que sucedió en 1994 con la negociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la conclusión exitosa del TPP podría servir como referente para revivir la Ronda de Doha y crear un nuevo marco para el sistema comercial internacional.  No es poca cosa.  Si de por si fue importante que México formara parte de una negociación con una región que genera el 35% de los flujos mundiales de inversión extranjera directa, el hecho de participar en la redacción de las reglas que normarán el comercio internacional durante los próximos 30 años debería convencernos de que el TPP es absolutamente fundamental.

Desafortunadamente, las voces del proteccionismo hoy en día son más fuertes que nunca.  El debate en el congreso estadounidense en torno a la aprobación de la autoridad “Fast Track” que le permite al Presidente Obama negociar TLCs (y por lo tanto, concluir el TPP) nos permitió vislumbrar dos visiones diametralmente opuestas del mundo y de la economía global:  por un lado, aquellos que ven a la globalización como un fenómeno construido por los grandes capitales y cuyo objetivo es enriquecer aún más a los ricos y desproteger a los trabajadores; y por otro lado, aquellos que ven a los TLCs como una herramienta de desarrollo económico que generan comercio e inversión y que permiten así enfrentar la globalización, un fenómeno inevitable en esta era de interconexión entre países y que llegó para quedarse.

Tenemos ante nosotros dos posibles caminos para la economía mundial y para México: el aislacionismo y la política comercial de la avestruz, o la apertura y la generación de oportunidades para las siguientes generaciones. México debe continuar jugando un papel de liderazgo entre los países que se encuentran del lado correcto de esta estrategia, y así seguir avanzando hacia el Final Frontier.

Directora de McLarty Associates.

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