Entre 2008 y 2011, Chihuahua fue el cementerio de la República. En 2010, uno de cada cuatro homicidios en el país ocurrió en ese estado fronterizo. Ciudad Juárez, en ese año de horror, concentró por sí misma a 15% del total nacional de asesinatos. El estado y la ciudad se habían convertido en el símbolo perfecto de la violencia mexicana.

Pero luego vino el milagro. En dos años, los homicidios en Chihuahua cayeron a menos de la mitad. Para 2015, la disminución llegaba ya a 75%. En Ciudad Juárez, la reducción fue aún más abrupta, de 90% en cuatro años. De ser sinónimo del terror, Chihuahua (con Juárez a la cabeza) pasó a ser muestra de éxito, el caso que mostraba la posibilidad de pacificar en corto plazo al país entero.

Pues ya no. En los últimos seis meses, 938 personas han sido asesinadas en territorio chihuahuense. Algo más de 150 por mes. No son los niveles de 2010, pero no están muy lejos de los de 2008, de los del inicio de la escalada. Y el ritmo se está acelerando: en febrero, fueron ultimadas seis personas por día en promedio. En el mismo mes del año pasado, la media diaria de víctimas no llegaba a tres.

¿Qué está pasando? ¿Por qué se agotó el milagro? Van algunas hipótesis:

1. El Cártel de Sinaloa, el ganador de la guerra librada entre 2008 y 2012, se ha debilitado y dividido. Según algunos reportes de medios locales, facciones diversas de ese grupo han entrado en conflicto abierto en la zona serrana del estado.

2. El Cártel de Juárez y su brazo militar, La Línea, se han reorganizado. Uno de sus principales líderes, Carlos Arturo Quintana, alias El 80, controla buena parte de la sierra, ha lanzado amenazas en contra del gobernador Javier Corral, y pudiera estar detrás del homicidio de la periodista Mi-
roslava Breach.

3. El cambio de gobierno tanto a nivel estatal como municipal ha sido accidentado. En Ciudad Juárez, llevan ya tres secretarios de seguridad pública en cinco meses. Por su parte, el gobernador Corral trae mala relación con el gobierno federal y un pleito casado con el gobierno municipal de Ciudad Juárez.

4. Las autoridades estatales se durmieron en sus laureles entre 2012 y 2016. Se frenó la depuración de las policías. Se desactivó a partir de 2014 la unidad de inteligencia de la Fiscalía General del Estado.

5. Más de fondo, se perdió el sentido de urgencia que caracterizó a los años de crisis. Un ejemplo: en la página de internet de la muy renombrada Mesa de Seguridad de Ciudad Juárez no se encuentran datos de incidencia delictiva posteriores a diciembre de 2016. Es decir, ya no se exigen cuentas como antes.

Cualquiera que sea la causa de la escalada reciente, es urgente que todos los actores relevantes, del secretario de Gobernación a los alcaldes, pasando por el gobernador del estado, reconozcan lo obvio: el milagro se acabó y una nueva crisis ya se vislumbra.

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