La semana pasada, el Inegi dio a conocer su conteo preliminar de homicidios en 2014. Casi en paralelo, el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) publicó cifras de incidencia delictiva correspondientes al mes de junio. Considerando ambas fuentes, se obtiene algo de luz sobre la evolución pasada, presente y futura de la violencia homicida en el país. Algunos datos son alentadores, otros no tanto. Va una breve reseña:

Lo bueno. Tanto en términos absolutos como relativos, los homicidios disminuyeron en 2014. El Inegi contabilizó 19,669 el año pasado, un disminución de casi 15% con respecto a 2013. La tasa de homicidio retrocedió de 19 a 16 homicidios por cada 100 mil habitantes. Se trata de los mejores números desde 2008. Algunos estados, particularmente en el norte de México, tuvieron resultados realmente impresionantes: en Nuevo León y Coahuila, por ejemplo, los homicidios se redujeron en más de 40%. Más sorprendentemente, Guerrero, el estado más violento del país y el escenario de la masacre de Iguala, vio su tasa de homicidios caer significativamente, desde 65 hasta 48 por cada 100 mil habitantes.

Lo malo. Antes de que alguien decida descorchar el champán, es necesario recordar tres cosas. Primero, la tasa de homicidios en 2014 fue dos veces superior a la de 2007. Segundo, los números son lamentables en el plano internacional, salvo en comparación con algunos países latinoamericanos, caribeños y africanos. Nuestra tasa de homicidio es cuatro veces mayor que la de Estados Unidos y ocho veces superior a la del promedio de la OCDE. Tercero, la violencia ya no está disminuyendo. De acuerdo con el SESNSP, las víctimas de homicidio doloso en junio fueron 1532, un incremento de 8% con respecto al mismo mes de 2014. En el periodo enero-junio, el promedio diario de víctimas fue 49.5, lo que significa 18,074 para todo el año. Pero eso es sin duda una subestimación. Si se divide el total del Inegi en 2014 por el número de víctimas reportadas por el SESNSP en el mismo año, se obtiene una razón de 1.14. Al multiplicar esa cifra por 18,074, se obtiene un estimado de 20,604 víctimas en la serie del Inegi, 5% más que en 2014.

Lo feo. Hasta 2013, el SESNSP sólo contabilizaba averiguaciones previas por homicidio doloso y no víctimas. Dado que una averiguación previa puede incluir a más de una víctima, el total era engañoso. En consecuencia, en 2014, después de mucha presión de especialistas y organizaciones de la sociedad civil, el SESNSP comenzó a publicar dos totales mensuales para tres delitos (homicidio, secuestro y extorsión): averiguaciones previas y víctimas. Así, por primera vez, podemos comparar los recuentos del SESNSP y del Inegi. Los resultados no son alentadores: el SESNSP no incluyó en sus estadísticas a 2,345 víctimas de homicidios. Traducción: en 2,345 asesinatos, ninguna autoridad movió un dedo. Ni siquiera para abrir un expediente.

Y en algunos estados, el diferencial es pasmoso: en Veracruz no hubo averiguación previa en 35% de los casos. En el Estado de México, los casos completamente olvidados representaron más de una quinta parte del total. Eso es más vergonzoso que la fuga de El Chapo Guzmán.

En resumen, es una buena noticia la disminución de homicidios en 2014. Pero hay que posponer las celebraciones para mejor momento: ni estamos bien ni nos estamos moviendo ya en la dirección correcta. Peor aún, nuestro sistema de justicia penal no es capaz siquiera de contar con un grado mínimo de precisión a las víctimas de homicidio. Y mientras no lo haga, cualquier mejoría será frágil y, casi de seguro, temporal.

Analista de seguridad.

@ahope71

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses