El destino de los 43 estudiantes de la normal de Ayotzinapa seguirá en el aire. El Estado mexicano ha sido completamente ineficiente y será difícil quitarse la acusación popular de haber sido cómplice —pasivo-activo— de lo que sucedió el 26 y 27 de septiembre de 2014. El Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes (GIEI) presentó el domingo su segundo y último informe, el grupo se va del país a fin de mes. El caso se queda sin resolver y domina la urgencia del típico carpetazo de las autoridades. Ahora se abre una etapa en donde el espacio institucional y legal será cada vez más estrecho y menos transitable para los padres de los normalistas. Quedan las recomendaciones contra el burocratismo, la protección y la ineficiencia, pero todo apunta a que seguirá el ocultamiento de la verdad y un amplio “menú” para justificar todo con leyes y reglas que llevan a cancelar la impartición de justicia.

Desde que se presentó el primer informe del GIEI, en septiembre pasado, se tuvo una investigación muy profesional del caso Ayotzinapa, con muchas novedades y recomendaciones. Prácticamente todas siguen pendientes; ahora en este segundo informe aparecen otras novedades, pero nada habla de una voluntad de la autoridad para resolver el caso conforme a un Estado de derecho.

En la opinión de los expertos, hubo un cambio de actitud de la autoridad. El gobierno de Peña Nieto decidió tensar la cuerda a partir de enero. La cúpula militar fue enfática, “no voy a permitir que interroguen a mis soldados”, dijo el secretario de la Defensa. Muy pronto llegaron las campañas mediáticas de desprestigio en contra de algunos integrantes del GIEI, el clásico juego de desacreditar al mensajero para descalificar el mensaje. Más tarde, llegó un extraño resultado de otro peritaje sobre el basurero de Cocula, con una decisión dividida, la PGR hizo pública una conclusión para la que no había bases, rompió los acuerdos y antes de informar a los familiares de los 43, salió a los medios. Es lo que se conoce como la “obsesión por el basurero” para revalidar su “verdad histórica”. Se ha llegado al extremo de criminalizar a las familias de los normalistas con la jugarreta de vincularlas al crimen organizado. En esta segunda etapa del grupo de expertos, las puertas se cerraron y se pasó al burocratismo y el fetichismo de la legalidad.

A medida que la investigación del GIEI se profundiza, surgen nuevas pistas, se hace más complejo el panorama y se sube en la escala de responsabilidades de la autoridad. Hay diversos vicios en México, en donde la responsabilidad de algún delito siempre se queda en los niveles más bajos de la cadena de mando. Otro tiene que ver con que los métodos empleados se quedan al margen del debido proceso. Se descubrió que hubo nuevos retenes, que participaron fuerzas federales y que cuando se aplicó el Protocolo de Estambul a presuntos culpables, se desveló que el método para obtener declaraciones fue la tortura. En México se hace un abuso de las pruebas testimoniales, se abultan los expedientes y se imposibilita que los jueces puedan conocerlos porque se leen sólo las conclusiones, que en muchos casos tienen poco que ver con las pruebas objetivas. Otro error importante del sistema penal es que el expediente depende de los servicios periciales, una instancia de la PGR, no independiente.

Si después del primer informe no hubo ningún avance, existe una fundada sospecha de que el aparato institucional del Estado está urgido por cerrar el caso y validar su “verdad”. Todo indica que el otro escenario, atender las recomendaciones del GIEI, está cancelado. Lo más probable es que esta tragedia marcará a este gobierno. ¿Qué sigue? Lo más previsible es que venga el debate del informe, la batalla de las interpretaciones, el regreso a las calles del movimiento de padres, la presión internacional de la opinión pública y más desprestigio institucional. El GIEI se va, hay que agradecerle su trabajo profesional. Permanecen sus 22 recomendaciones como una agenda urgente para el país. Aquí se quedan los padres de los 43 y el grito frente al GIEI se repitió muchas veces: ¡no se vayan!...

Investigador del CIESAS.

@AzizNassif

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