Después de seis meses de interminables negociaciones y disputas políticas, Alemania tiene al fin un nuevo gobierno encabezado por la canciller federal Angela Merkel . El saldo, sin embargo, es muy costoso para los debilitados partidos mayoritarios y frenará los planes para consolidar a Berlín y París como el nuevo eje de moderación y respaldo a la causa neoliberal globalista .

Merkel será reelegida por la Bundestag (​cámara baja del Parlamento) el 14 de marzo , luego de que el presidente Frank-Walter Steinmeier , según el procedimiento, la nominó al cargo; empezará a gobernar en la misma forma en que lo hizo hace 12 años como dirigente de la Unión Demócrata Cristiana ( CDU ), con una gran coalición incierta después de que un vacilante Partido Socialdemócrata ( SPD ) votó a favor de sumarse a la alianza, pese al rechazo de su ala juvenil radical.

“Vemos que Europa enfrenta desafíos y que es necesaria una voz fuerte de Alemania , junto a las de Francia y de otros Estados miembros”, enfatizó Merkel en una breve declaración el lunes. Aseguró que en su cuarto mandato buscará garantizar el empleo y la prosperidad en el llamado “ motor económico ” de la Unión Europea ( UE ).

En su largo periodo en el poder, en reemplazo del canciller federal Helmut Köhl , artífice de la reunificación germana en 1990 , Mutti (Mamá) Merkel presidió una etapa histórica de expansión económica y confianza en el nuevo papel internacional proactivo que Alemania estaba llamada a cumplir, como la matriarca liberal de una rica y creciente UE.

Tal sentimiento fue brevemente reforzado con la sorpresiva victoria de Donald Trump en Estados Unidos ; no obstante, se desgastó desde el comienzo de las tendencias centrífugas disparadas por la crisis de los refugiados (más de un millón de solicitantes de asilo sólo en Alemania a partir de 2015), el Brexit y el ascenso de los partidos xenófobos y nacionalistas de ultraderecha , como lo reiteran ahora los resultados de las elecciones generales italianas.

En efecto, tanto la conservadora CDU de Merkel como el SPD de centro izquierda recibieron una paliza en la inconclusa elección de septiembre y la antiinmigrante Alternativa para Alemania ( AfD ) ingresó por primera vez al Bundestag con 12.6% de los sufragios, que la convirtieron en el mayor grupo de oposición sobrepasando a los viejos socios menores de coalición de Merkel, los demócratas libres ( FDP ), la Izquierda ( Die Linke ) y los Verdes .

Sin límites ideológicos

En un mundo donde los límites ideológicos entre conservadores y socialistas se han borrado—sólo hay que preguntarselo a los que fueron partidos mayoritarios franceses o españoles—la CDU y su instituto hermano bávaro, la Unión Social Cristiana ( CSU ) perdieron 65 asientos mientras que el SPD , el partido más antiguo de Alemania, sufrió su peor resultado en la historia obteniendo apenas una quinta parte del voto.

En el periodo más prolongado de formación de gobierno de la posguerra en Alemania, Merkel intentó establecer una alianza con el FDP y los Verdes , sin conseguirlo. Fue forzada a hacer concesiones para mantener la coalición existente y la primera víctima fue el una vez poderoso Ministro de Finanzas , Wolfgang Schäuble , quien será sustituido por un socialdemócrata junto a otros cinco puestos del gabinete.

Para atajar las críticas internas, Merkel tuvo que nombrar como ministro de Salud a uno de sus más abiertos rivales—particularmente en el campo migratorio— Jens Spahn , un joven y ambicioso ex cabildero del sector farmacéutico que es visto como el portaestandarte de la derecha en la CDU e incluso como futuro líder del partido.

Todavía se hizo otra concesión; Horst Seehofer , jefe de la más conservadora CSU , que sólo designa candidatos en su estado sede, será el nuevo titular del Interior . Preocupada por el riesgo de perder su mayoría absoluta tradicional en los comicios de octubre en Baviera, se espera que la CSU desarrolle una campaña opuesta a Merkel en la inmigración, así como en otros temas, a fin de recuperar a los votantes que ahora apoyan a la AfD .

El crepúsculo de la era Merkel no representa, sorpresivamente, una buena noticia para el SPD , dividido entre el liderazgo de Sigmar Gabriel , el ministro saliente de Relaciones Exteriores y el fallido candidato a canciller federal, Martin Schulz , que apoyó unirse a la gran coalición, y el ala juvenil. Lars Klingbeil , nuevo secretario general del SPD , declaró que aún con el mandato de gobernar otra vez y evitar nuevas elecciones, el partido tiene que empezar hoy mismo su reestructuración.

Carente de entusiasmo público por su nuevo periodo de gobierno, las tareas inmediatas de Merkel incluirán lidiar con el surgimiento de un paisaje político extremo en Italia , donde tanto la Liga de ultraderecha como el populista Movimiento Cinco Estrellas , ganadores de los comicios del domingo en la cuarta economía europea, son bien conocidos por su rechazo a la burocracia de Bruselas, el “ dogma de austeridad ” y la unión monetaria; en el campo interno, Merkel enfrentará a la AfD, que pronosticó que “la cuenta llegará a más tardar en 2021”, año en que los alemanes asistirán otra vez a las urnas.

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