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Perfilado por dos de sus más cercanos colaboradores en distintas etapas de su trayectoria en la administración pública, José Antonio Meade es considerado como el hombre que al no tener bandera partidista ha sido capaz de avanzar en proyectos políticos de relevancia para el país. Ahora, este chilango de 48 años tiene enfrente la tarea más complicada de su vida: abanderar un partido por el cual, según las encuestas, la mayoría de las personas nunca votaría, y superar a un líder opositor que lleva ventaja en todas las mediciones.

Un puente, un enlace, un conciliador sin bandera, así es como las personas cercanas a José Antonio Meade definen al aspirante del PRI a la precandidatura a la Presidencia de la República, considerado el hombre más propicio no sólo en las filas del oficialismo, sino también en las de otras corrientes que, sin atreverse a reconocerlo, aceptan que constituye la alternativa viable ante la difícil prueba electoral de 2018.

“Es un conciliador, una gente que conoce profundamente la política y dónde se construye, en el Congreso. Es una persona muy apreciada por todos los políticos y todas las organizaciones. A la CTM, a la CNC las conoce a profundidad, a los gobernadores [también]. Es una persona que llevó a buen puerto dos reformas fiscales y no ha dejado en el camino enemigos”, cuenta Mikel Arriola, director general del IMSS y uno de los ex colaboradores y amigos de Meade Kuribreña.

Arriola, quien encontró en Meade a su primer jefe cuando se desempeñaba al frente de Banrural, aborda el tema del ex funcionario que se desempeñó con soltura en el gobierno panista de Felipe Calderón y en la actual gestión de Enrique Peña Nieto, para decir que “lo que tenemos que ver en la administración pública es la formación de las personas. No ha militado en el PRI, es simpatizante, pero tiene el reconocimiento por su honestidad, por su capacidad de hacer políticas públicas”.

Criticado, aunque ni de lejos con la misma acidez con la que se trató a Luis Videgaray Caso por su enroque a la Cancillería, Meade arribó en 2013 a la SRE sin mayor experiencia en asuntos internacionales que su participación en foros especializados de Hacienda.

Pero se reveló como un diplomático eficiente y capaz para un periodo de aguas más tranquilas que las que enfrentaría Videgaray más tarde.

En cuanto a su falta de militancia en el PRI, que perdió importancia con la apertura de los “candados” en la asamblea de agosto, quien fuera su director de Comunicación Social, Eduardo del Río, dice que “siempre se ha manejado así, pero la ascendencia priísta le viene de casa, de su padre, sus amigos”.

cara al desgaste del PRI, del PAN y de la clase política tradicional, Meade surge como la fórmula intermedia, capaz de tejer las coincidencias para otro frente amplio, con emblemas deslavados, concentrado en un proyecto que garantice la continuidad del pasado inmediato, pero purgado de sus lacras, escándalos y de sus torpezas aberrantes, con la oferta de un futuro de honestidad, seriedad y profesionalismo a toda prueba, que pase por encima del espectro ideológico y que se enfocaría, ahora sí, en conseguir que los frutos del crecimiento lleguen a más mesas. Ante la gravedad del reto, la pregunta es si este proyecto y estas promesas serán suficiente para ganar en las urnas.

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