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Yeguas y caballos se cansan. Faltaba más. Tanto se han agredido que en el último tercio del debate final por la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México ninguno de los siete pide la palabra, y desde la moderación vienen las preguntas para continuar el contraste de ofertas.

Salen del estudio de televisión de Canal Once, a la noche fresca del Casco de Santo Tomás, y se dan un baño de flashes de la prensa. Levantan las manos, sonríen en fila, y siguen el juego de la película de “cuando yo sea jefe de Gobierno de la CDMX”.

En la orilla de esa formación en línea, ante el paredón de cámaras fotográficas y de televisión, queda Claudia Sheinbaum Pardo, la candidata de la coalición Juntos Haremos Historia, y al centro está su contendiente más enérgica, Alejandra Barrales Magdaleno, la misma que en la confrontación la retó a transparentar su trayectoria y a que renuncie aquella a quien le encuentren “cola”.

Atacar es la consigna. Y hasta de ello participa Mariana Boy Tamborrell, del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), quien descalifica al abanderado priísta Mikel Arriola Peñalosa, porque, dice, como director del Seguro Social incumplió el programa de abasto de medicamentos.

Purificación Carpinteyro Calderón se suma a las descalificaciones a Sheinbaum Pardo que se pertrecha en la opción de callar, de no ejercer el derecho de réplica incluido en el formato.

Marco Rascón Córdova ofrece alivios a la monotonía. Ha llegado con una máscara tipo lucha libre roja y capa, y encarna a Superbarrio Gómez, quien le ofrece el apoyo al candidato del Partido Humanista, es decir, él mismo. Sigue su juego y dedica espacios a la promoción de Marichuy, María de Jesús Patricio Martínez, para presidenta de la república.

Cada uno con su tema, echan el resto en el afán de convencer a los electores de la Ciudad de México, y de disminuir el brillo de otros.

Inicia el encuentro. En la conducción del debate forman mancuerna Elisa Alanis, columnista de este diario, y Juan Manuel Jiménez, y han dicho qué hay preguntas de la sociedad, pero en las respuestas de Morena no se refleja que los candidatos hayan puesto atención. Más bien han llegado a tomar su tiempo disponible para que su estrategia se exprese.

Así ha empezado el debate, con una pregunta para Purificación Carpinteyro Calderón, de Nueva Alianza, que ocupó su primer momento para denunciar a los medios de comunicación que no han dado difusión a su campaña. “Son mentirosos porque no dicen la verdad”, señala.

De ese tema ha hecho agosto en el micrófono abierto en la pasarela de llegada. Y en el mostrador de sus quejas están en primera fila camarógrafos y fotógrafos, a quienes les dice que “ustedes son contratados” de sus medios, lo que es suficiente para que, irreverentes, los reporteros suelten abucheos y burlas.

De salida, cuando los siete contendientes se presentan para la foto final, los “contratados” se gritan entre ellos “asalariados”, y sueltan: “Puri, Puri, asalariada, asalariada”, ante el desconcierto de los otros participantes.

Estos tres debates por la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, de salida, tuvieron un espacio para que cada candidato diera declaraciones. Sheinbaum atrajo más periodistas para escuchar sus puntos de vista; Barrales le siguió en esa medición de atractivo mediático, con un empate cerrado con Mikel Arriola.

Boy Tamborrell, con muchos menos periodistas ansiosos de oírla; Marco Rascón, en el disfrute total, con esa voz como sofocada, habla con un pequeño grupo de periodistas, paliacate al cuello, luego de que lo usó como antifaz en la foto de grupo.

Carpinteyro hizo mutis.

Lorena Osornio Elizondo, la candidata sin partido, que sufrió como un viacrucis el primer debate, que confesó entonces que lo suyo no era hablar, la misma que en la segunda cita perdió oportunidades de persuadir al público, esta noche posa, sonríe, saluda, comenta cómo se siente.

Algo aprendió en esta experiencia, y en sus turnos habló con alguna fluidez, algo se tropezó, y sin apuntes realizó sus intervenciones cuando se paraba al centro de los candidatos.

Cambian presentación. Los debatientes tuvieron un sillón y una mesa de apoyo, y formaron hemiciclo ante Alanís y Jiménez, y pudieron hablar sentados y de pie.

El caso extremo fue Carpinteyro, quien se fue hasta el lugar de Sheinbaum, en la que más histriónica, le urgía que le respondiera una pregunta sobre internet.

Y hasta ha parecido que le chasqueó los dedos. Su tiempo acabó y ello permitió que Jiménez la emplazara a regresar a su lugar.

Largo y sinuoso camino, que en las propuestas que dicen los candidatos se vuelve pesado, salvo cuando tienen tono de ganchos para la vida fácil de los electores.

Arriola tiene la chequera más grande, pues va a acabar con las fotomultas, arañas, grúas, así como con la tenencia. Algo ha aprendido de la competencia, que tiene mensualidades para cada personaje de los grupos sociales.

Barrales Magdaleno escucha cuando Sheinbaum —siempre presume que “soy científica”—, dice que se han desviado 3 mil millones de pesos de presupuestos de la Ciudad de México y delegaciones a la campaña de la candidata perredista.

La aludida hasta sonríe cuando le toca defenderse. Brilla a todo lo que da su dentadura blanca y suelta un dardo, que invita a que voten por ella para que la Ciudad de México no se convierta en una regencia, es decir, que se someta su gobierno al mandato federal.

Esto, Sheinbaum, una persona que tiene la sonrisa más lejos que los demás, lo agradece, pues ello indica lo que viene que Andrés Manuel López Obrador y ella ganarán la elección del 1 de julio, que está a 10 días.

Corre atrás de ellas Mikel Arriola, quien suelta una acusación dura al decir que Alfonso Suárez del Real recibía dinero de cuotas de personas dedicadas a la prostitución en la delegación Cuauhtémoc, cuando era delegada Dolores Padierna. Que de la explotación de trabajadoras sexuales se reunían 270 mil pesos al mes.

Duro, de vómito, lo que se escucha, y la prisa que marcan los turnos en las intervenciones, y las acusaciones que siguen, convierten el debate político electoral en una guerra de lodo sin árbitro.

Antes del final se han recibido como 42 mil mensajes de Twitter en la red social del debate. ¿Pocos? ¿Muchos?, lo cierto es que siete para un debate son bastantes que compiten por el segundo puesto político más importante del país.

El que gane el cargo tendrá que ver los videos y recordar todo lo que prometió, en lo que es una elección en la que todos hacen de Reyes Magos o Santa Clós.

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