BARILOCHE, Argentina

. — La quietud del lago Nahuel Huapi me permite contemplar el reflejo de los macizos andinos con sus picos, apenas espolvoreados de nieve, los larguiruchos alerces (primos de los pinos) desprendiéndose de sus hojas rojas y amarillas y un arco iris que ha dejado la llovizna matutina.

Aprovecho la serenidad del cuerpo de agua glaciar para ver, desde mi cama, si de él emerge la cabeza del “Nahuelito”, una criatura monstruosa que, según las creencias de los indios mapuches, habita en las profundidades de los siete lagos que bañan a Bariloche, ciudad y puerta de entrada a la Patagonia argentina , donde hoy he despertado para vivir los últimos días del otoño austral, antes de que el invierno (de junio a septiembre) vista de blanco la ciudad y la haga recobrar su fama como uno de los mejores destinos de esquí.

Son las nueve de la mañana y me rehúso a concluir la búsqueda del gemelo del monstruo del lago Ness, porque eso me implica descobijarme y cerrar el ventanal de la suite con la mejor vista al Parque Nacional Nahuel Huapi , en el hotel Llao Llao, el único que se construyó dentro de la reserva natural cuando fue decretado parque nacional, en 1934.

Árboles gigantes, glaciares y otras razones para viajar a Bariloche
Árboles gigantes, glaciares y otras razones para viajar a Bariloche

(Foto:Viridiana Rámirez / El Universal)

Sin embargo, no he viajado a estas tierras australes para quedarme todo el día esperando el milagro de ver a Nahuelito. Para olvidar la desilusión —y por recomendación del concierge—, me sumo a una excursión lacustre hacia Isla Victoria , la más grande del lago.

Los catamaranes que transportan a los viajeros a la isla zarpan desde Puerto Pañuelos, el muelle a pocos pasos del hotel.

 

La casa de Bambi

El paseo me lleva a navegar 11 kilómetros del lago, que se cubren en media hora. El tiempo es insuficiente para apreciar la variación de tonalidades del agua, que va del azul marino hasta el turquesa, como si fuesen playas caribeñas.

Turistas remando en kayak forman parte de la postal, igual que el vuelo de los cóndores que se pierden en el horizonte delineado por los cerros López y Campanario y el antiguo volcán Tronador, cubierto por siete glaciares.

Llego al sector central de la Isla Victoria , el único habilitado para ser visitado por viajeros y el cual representa una cuarta parte de la superficie total de la isla, estimada en tres mil 710 hectáreas. Los otros dos sectores están destinados a la conservación e investigación.

Árboles gigantes, glaciares y otras razones para viajar a Bariloche
Árboles gigantes, glaciares y otras razones para viajar a Bariloche

  (Foto:Viridiana Rámirez / El Universal)

Los senderos están bien señalados: unos llevan a cuevas que esconden pinturas rupestres; otros, a las casas de los primeros colonizadores. El camino que elijo me interna en un vivero.

La reserva está tapizada de cipreses, saucos y arbustos de rosa mosqueta, pero las secuoyas son las reinas; germinaron a principios del siglo XX y su altura supera los 30 metros, casi como un edificio de cinco pisos. Aún se les considera jóvenes pues, para alcanzar la madurez, los troncos deberán rebasar los 90 metros de altura, un proceso que tarda cientos de años.

Son tantas las secuoyas que crecieron en las colinas de la isla que gran parte del territorio está en penumbra. Solo algunos rayos de sol logran colarse entre los troncos, brindando a esta fanática de la fotografía un espectáculo de luces y sombras que jamás olvidará.

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El catamarán emite la señal para embarcar nuevamente. Ahora me lleva al lado oeste de la isla, donde está el Bosque de Arrayanes , con sus troncos retorcidos de color canela que se descarapelan durante todo el año.

Árboles gigantes, glaciares y otras razones para viajar a Bariloche
Árboles gigantes, glaciares y otras razones para viajar a Bariloche

(Foto:Viridiana Rámirez / El Universal)

Una pasarela de madera serpentea el bosque; la sigo para ver arrayanes de 650 años de edad. Dicen los guardaparques que ese paisaje naranja inspiró a Walt Disney para escribir la historia de Bambi. Dicen que el guionista visitó la cabaña que marca el final del sendero interpretativo y donde ahora estoy bebiendo mate.

Festín de chocolate en la montaña

Otro día más: una camioneta Land Rover 4x4 está lista para llevarme al Cerro López , con su arroyo fragmentado en cascadas y sus refugios de montaña para probar el mejor chocolate fundido de la región.

El vehículo se interna en la montaña a través de un camino sinuoso y tapizado por “barbas de viejo”, una especie de heno que cuelga de los árboles y que solo crece en los lugares donde el aire es 100% puro.

Llego a los mil 200 metros de altura, la cumbre queda a 800 más, pero ese no es mi destino: la parada es para conocer el refugio Roca Negra. Por fuera, parece una simple cabaña, pero al cruzar su diminuta puerta, se abre un comedor con paredes de cristal que miran hacia al Parque Nacional Nahuel Huapi.

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Me reciben con una taza de chocolate caliente mezclado con coñac, remedio eficaz para calentar el cuerpo, pues en el Cerro López, el termómetro nunca rebasa los 10 °C.

Al fondo del refugio hay una mesa frente a una chimenea, el festín está servido: frutas y panes para sumergirlos en un tazón de chocolate derretido, mientras contemplo la vista de la zona este de la cordillera de los Andes .

Antes de descender, hago una caminata para recolectar frutos de sauco. Me han dicho que todo aquel que los come pronto regresará a la Patagonia argentina .

A bordo de la Land Rover continúo mi viaje hacia el Cerro Campanario , el vecino del López . Este día hay cuatro arco iris desplomándose sobre el parque y la mejor manera de contemplarlos es subiendo a la cumbre de esta montaña.

El auto se detiene en la estación de las aerosillas, el medio de transporte que sube al mirador principal del Campanario , situado a mil 550 metros de altura. Desde aquí, la mirada puede hacer un recorrido de 360° sobre todo el parque. Refrendo que el Llao Llao sí está, realmente, en medio de la reserva.

Árboles gigantes, glaciares y otras razones para viajar a Bariloche
Árboles gigantes, glaciares y otras razones para viajar a Bariloche

(Foto:Viridiana Rámirez / El Universal)

Los caminos de la cerveza artesanal

Hace 10 años que la producción de cerveza se puso de moda en Bariloche . Después de las chocolaterías artesanales que hay en el diminuto centro de la ciudad, como Mamuschka y Rapa Nui , las microcervecerías son sitios imperdibles para disfrutar de una “pinta de montaña”.

La hora del almuerzo es a mediodía y la cervecería Gilbert lo sabe. Afuera de una antigua granja de la década de los treinta, en el kilómetro 24 del circuito que conecta la ciudad con el parque nacional, hay un letrero que anuncia el menú del día: sopa de vegetales, ñoquis en salsa de tomate y flan de la casa.

Antes de ocupar mi lugar en la mesa comunitaria, Tommy, el propietario, me lleva a su laboratorio, separado del comedor principal por una simple cortina de plástico.

Todo huele a cebada, que se fermenta con agua de glaciar patagónico. Dice el maestro cervecero que ese choque de temperatura y pureza crea la mejor Pale Ale de la zona: burbujeante, cítrica y ligera. Me acompaña a la mesa para degustar su creación.

En Gilbert también se elabora cerveza tipo Stout , cuyos granos de malta son tostados para darle un sabor a chocolate y caramelo.

Podría quedarme todo el día aprendiendo sobre fermentación y filtración, pero hay otra parada cervecera que debo hacer. A tan solo 700 metros de distancia está la fábrica Patagonia , la de mayor renombre en toda Argentina .

Su inmenso jardín es la antesala a la fábrica, de donde salen cervezas únicas, como la de rosa mosqueta con cardamomo y jengibre o su Brown Ale de quinoa.

Me siento en la barra y dejo que los maestros cerveceros me asesoren.

Si la cerveza se me sube a la cabeza hay transporte gratuito, puesto a disposición por la misma fábrica para salvaguardar la integridad de sus visitantes.

Busco una banquita en el jardín para beber mi cerveza. El sol comienza a ocultarse detrás de los Andes. Me llevo una bocanada de aire frío. Subo el cierre de mi chamarra y protejo mi cabeza con un gorro peludo, diminutos copos de nieve han comenzado a caer. El invierno ha llegado.

GUÍA DEL VIAJERO

Cómo llegar. La aerolínea Latam ofrece vuelos desde la Ciudad de México a Bariloche , desde mil 55 dólares (aproximadamente 20 mil pesos mexicanos, dependiendo el tipo de cambio). La ruta tiene dos conexiones: Santiago de Chile y Buenos Aires .

En Santiago puedes acceder al salón VIP de la aerolínea, con duchas, camas y servicio ilimitado de alimentos y bebidas. El pase por un día cuesta 60 dólares por adulto.

Dónde dormir. Llao Llao Hotel & Resort. Habitaciones desde 264 dólares por noche, para dos personas, en temporada baja. La tarifa se duplica en invierno, fin de año y Semana Santa.

El hotel cuenta con siete espacios gastronómicos para degustar desde una típica parrillada argentina hasta un amplio buffet de carnes frías. Todos los días se realiza la hora del té.

Ecotasa. En tu presupuesto, debes considerar el pago de un impuesto ecológico que se cobra a todos los viajeros que visitan Bariloche , para la preservación del medio ambiente y la infraestructura de la ciudad. El monto es de 30 pesos argentinos (poco más de un dólar) por cada día de estancia. El pago se realiza en los hoteles.

En Bariloche , los perros San Bernardo son utilizados como rescatistas. En su cuello portan un barrilito lleno de coñac para para dárselo a beber a los viajeros que se han perdido en la montaña a causa de una intensa nevada. En verano y otoño los encuentras en el centro de la ciudad.

Entre los souvenirs que debes comprar, incluye un frasquito de aceite de rosa mosqueta. Tiene propiedades antioxidantes y es uno de los mejores remedios contra las arrugas.

Excursiones

La agencia Viajes Dannemann

organiza recorridos de un día a Isla Victoria y el Bosque de Arrayanes , al Cerro Campanario y por las microcervecerías. Cada excursión te incluye transportación local desde tu hotel y alimentos. Los precios se ajustan el número de personas.

Moneda. De preferencia lleva dólares, son aceptados en todos los establecimientos: un dólar equivale a 27 pesos argentinos.

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