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Sólo una vez el gremio cultural estuvo cerca de ver concretada una deuda pendiente: contar con seguridad social. Fue a principios de 2011, cuando la entonces senadora María Rojo redactó la iniciativa con Proyecto de Decreto por el que se expediría una ley que crearía un fideicomiso para administrar un fondo de apoyo para el acceso de artistas, creadores y gestores culturales para la seguridad social. Se aprobó en el Senado pero no llegó a la Cámara de Diputados, entre otras cosas, porque no existía —y sigue sin existir— un censo que permitiera conocer la necesidad presupuestal. Se avecinaba la sucesión presidencial y se aseguró que no había tiempo para su discusión. Nunca se retomó, se embodegó y se olvidó.

Fue hasta el año pasado cuando la secretaria de Cultura federal, María Cristina García Cepeda, aseguró en julio, en una entrevista con EL UNIVERSAL, que si bien existía el Seguro Popular, la seguridad social de los artistas era un tema “prioritario” en el que ya se encontraba trabajando con el secretario de Salud. “Pronto daremos noticias y que creo que serán muy satisfactorias”, dijo entonces.

La noticia, a la fecha, no se ha dado. Ni se conocen los términos de esa alianza entre ambas dependencias.

Hace unos meses, en plena campaña presidencial, los asesores culturales de los candidatos, incluida la hoy virtual secretaria de Cultura, Alejandra Frausto, indicaron que, de ganar, pondrían de nuevo el tema en la mesa. De hecho, Raúl Padilla, presidente de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, quien asesoraba a la coalición Por México al Frente, aseguró entonces que 60% de los creadores no tenían acceso a la seguridad social.

Sin embargo, en abril pasado en una entrevista, Frausto no quiso “prometer” que lo garantizaría por ser un tema complejo, sin embargo aseguró que lo “trabajaría” con la Secretaría de Salud.

Hay casos que reflejan lo lejos que se ha estado de conseguir este derecho, pese al registro de los muchos casos algunos muy conocidos y muchos más desconocidos, de creadores que han padecido al no tener seguridad, como el del bailarín Isaac Chau, quien sufrió un accidente y sus colegas hicieron colecta para pagar su intervención quirúrgica; o recientemente el caso del bailarín Yaroslav Villafuerte, cuyos colegas también se organizaron para recaudar fondos. También, hace unos años, el caso del escritor Daniel Sada, cuyos amigos abrieron una cuenta para solventar sus gastos médicos. Ejemplos abundan.

Este fin de semana, la Oficina de la UNESCO en México y la Coordinación de Asuntos Internacionales de la Ciudad de México llevaron a cabo el Foro Internacional “Ciudad de México y la condición del artista” en la Universidad del Claustro de Sor Juana. Entre muchos otros temas que atañen al sector cultural, la necesidad de crear mecanismos que den cumplimiento a este derecho volvió a ponerse sobre la mesa.

“Es el momento”, coincidieron la doctora en Ciencias y Humanidades para el Desarrollo Interdisciplinario y fundadora del Observatorio de Políticas Culturales de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, Elena Román; y la antropóloga mexicana, e integrante, desde 2000, de la Cátedra UNESCO de Políticas Culturales y Cooperación de la Universidad de Girona, Lucina Jiménez.

El campo laboral, un eje por estudiar. Elena Román realizó una investigación de las condiciones laborales de los creadores y se centró en la danza contemporánea en la Ciudad de México, cuya realidad podría ser muy diferente a la que tienen en otros estados de la República.

Entre los resultados está que una de las cosas que deben empezar a comprenderse es que el trabajo creativo es atípico, y que se deben tomar en cuenta los procesos creativos, las naturalezas creativas, el mercado laboral, entre otros aspectos.

“Hay políticas de salud que establecen que si eres un creador te puedes dar de alta en el sector salud, pero no se toma en cuenta que los ingresos son de intermitencia. Así que se deben analizar todos los componentes. Si comprendemos mejor el mundo laboral de los creadores, podremos entender y proponer mejores políticas para el sector”, indica Román.

Además de la intermitencia de ingresos se deben tomar en cuenta los periodos de crisis creativa, así como los procesos de lo artistas. Esto se debe sumar a las condiciones laborales, que son muy complejas y muy diferentes a las de otras profesiones.

“¿Cuántas presentaciones tiene al año un artista? No lo sabemos. Necesitamos hacer un mapeo. Pero además no sólo son creadores, también son docentes, investigadores, fotógrafos, documentalistas, promotores. Así que hay que identificar las multiactividades que los creadores están realizando. En el caso de la danza contemporánea, hacen cuatro actividades aparte de la creación. Esta realidad merma, sin duda, la libertad creativa”, indica Elena Román.

La investigación de la especialista asegura que además de estas actividades también hay otros empleos que nada tienen que ver con el proceso creativo. Asimismo no hay claridad de quiénes son los que emplean a los creadores, que, en el caso de la danza, laboran por proyecto.

“¿Quién paga y cómo se contrata? La respuesta tiene impacto en las condiciones laborales y en los derechos sociales, en la vivienda, en la jubilación. Parece una pregunta muy obvia pero no la hemos respondido. De acuerdo con mi investigación, es el Estado a través de festivales, de infraestructura cultural, pero no funge como empleador porque contrata a prestadores o proveedores de servicio. Así que quien es obligado de todos sus derechos sociales es el propio creador porque se asume como un profesional independiente y se convierte en subempleador que precariza la realidad laboral de sus propios compañeros. Si resulta que el Estado es el que más contrata, pues hay que empezar a dialogar con el Estado y decirle que tiene obligaciones. Los campos laborales son, sin duda, complejos y será un reto entenderlo para poder crear políticas que garanticen sus derechos”, explica Román.

De acuerdo con la especialista, en términos formales sí hay acceso a la salud, el problema es que no se pueden estar pagando las cuotas si eres independiente; y si bien existe la Red Ángel y el Seguro Popular, éstos no cubren la necesidades específicas de los creadores, como en el caso de la danza, ni es posible ajustarse al tiempo de atención.

Esta realidad laboral compleja se compensa con la ayuda familiar de los creadores. Román ubicó que algunos de ellos se juntan con una pareja que tiene un trabajo seguro. “El campo artístico se autoregula todo el tiempo y por eso no ha explotado ni se ha exigido que las cosas cambien”, asegura.

¿Y qué sigue? Lucina Jiménez asegura que el tema se debe poner en la discusión en este momento histórico en el que se tiene una expectativa de transformación del país.

“Hay que trabajar específicamente en el tema. En los últimos años, desde que se discutió por última vez y a la fecha, hay una producción de conocimiento muy importante y esto nos pone en una posición que nos permitirá ser más atinados en el proceso. No podemos tampoco pensar en una solución simplista que es que el Estado lo tiene que resolver. No funcionó, ya lo vimos. Hay una realidad que no podemos ignorar: existen instituciones con déficit laboral. ¿Qué hacemos? Vamos a hablar de los derechos, pero desde el contexto de hacer sostenibles a las instituciones, las necesitamos”, establece la especialista.

Lucina Jiménez sostiene que los pueblos originarios trabajan desde el sentido de la colectividad y tienen un gran sentido de comunidad que el gremio cultural no tiene porque suele verse más como competidor, por lo que es necesario comenzar a construir en términos de gobernanza como colectivos.

“Tenemos que asumirnos como ciudadanías que construyen procesos, podemos tener el acompañamiento de la UNESCO, de las universidades, de las instituciones culturales que están en la voluntad de escuchar, podemos hacerlo. Creo que falta mucho por conocer, por diagnosticar, pero entre más pronto avancemos, tendremos más oportunidades de conseguirlo. Debemos visibilizar la importancia de lo artístico y de lo cultural como un elemento vital del país”, añade.

En este sentido, Román agrega que en Guadalajara, en la Ciudad de México y en Yucatán se han empezado a reunir los propios creadores para organizarse como gremio o como observatorios culturales para reconocer las necesidades y los alcances. Conseguir los derechos sociales para el sector, coinciden, es tarea de todos.

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